Animales: expedición al servicio de la guerra


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Índice

Todos soñamos con viajar

Somos muchos los que soñamos con realizar un viaje por la mayor cantidad de lugares nuevos para conocer y acercarnos a otras culturas y, por qué no, a nosotros mismos; o visitar lugares ya conocidos para regresar junto a alguien, para revivir o evocar otro momento. Quién no ha soñado con conocer las pirámides de Egipto o con ir a Grecia y visitar el Partenón, con ir a caminar la Muralla China y sentir su grandeza. Quién no ha querido ir a lugares cargados de la magia de la naturaleza —por lo menos nosotros que vivimos muy cerca de la línea del Ecuador— viajar a presenciar los cambios de estaciones. O cuántos habrían preferido no haber estado en ese lugar para no ser secuestrados y llevados a la fuerza a otro sitio.

En este escrito hablaremos del viaje cuando se hace sin tener plena voluntad de realizarlo, pero no será sobre historias donde se enfrentan voluntades humanas solamente, sino que abordará la relación entre el ser humano y los animales, siendo estos últimos obligados a desplazarse al campo de batalla, para tomar partido en medio de una guerra que no justifica las vidas perdidas. Tanto animales humanos como animales no humanos se marchan hacia donde se dan los enfrentamientos armados y trabajan en equipo para acabar con los animales del otro bando.

Hay viajes que no son tan afortunados o deseados. Por ejemplo, para hacer referencia a una realidad muy dura y que nosotros en Colombia conocemos bien, podemos rememorar los secuestros, o los desplazamientos producto de la violencia, e incluso los exilios que se deben hacer de manera inmediata o casi inmediata. En estos desafortunados casos, contrario a los que se nombraron anteriormente, no se puede elegir, no se puede planear, no se llega a disfrutar, son viajes que van en contra de nuestra voluntad. Y digo «nuestra» voluntad para hacer notar dos cosas: primero, para incluir a todos los humanos en esto, me incluyo y siento que cada uno de estos viajes forzosos nos afecta a todos; y segundo, para mostrar una distinción y hacer saber que hay otros seres de los que no he hablado hasta ahora y que también se ven obligados a realizar viajes de manera forzada.

Los animales y su viaje a la muerte

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Fotografía: Ambulance Dog. 1915.  W. E. Mason. Dogs of all Nations

Ahora sí quiero hablar de ellos, de esos seres que no había incluido en los viajes. No tengo muchas bases o razones para poder decir si ellos tienen o no conciencia o si tienen capacidades de ejercer o no la voluntad, pero lo que me atrevo a decir es que como seres vivos merecen el derecho de llevar por sí mismos su vida. Sí, hablo de los animales, los hermanos mayores —o menores, no lo sé— pero hermanos, a final de cuentas. Que no tienen nuestra misma voz ni lenguaje para hacernos saber qué piensan sobre lo que les hemos hecho y lo que les hemos impuesto los «seres dotados de razón». Y quiero dirigir mis reflexiones —y las suyas de paso generoso lector— hacia una de las épocas más dolorosas que hemos vivido en la Tierra y en la historia de la humanidad: las guerras mundiales. Tomo elementos tanto de la Primera como de la Segunda sin un orden cronológico y en ocasiones sin dar pistas o referir a cuál pertenece, pues el propósito no es más que retratar lo que tuvieron que pasar los animales.

No bastó con que muchos humanos perdieran y desperdiciaran sus vidas en esa absurda batalla, sino que era necesario también desgraciar y arrastrar, por cobardía o sagacidad (depende el punto de vista), a los animales. Y fueron muchos los que estuvieron obligados a participar en viajes hacia el campo de batalla —para inmiscuirse en la guerra— en camino hacia la muerte, haya sido para ir al campo de batalla o para ser usados en experimentos. Conocemos casos donde hubo empleo de palomas, halcones, gatos, perros, caballos, elefantes y hasta también focas, delfines, camellos, ratas, murciélagos, canarios e insectos; y algunos otros que no conozco o que no nombro aquí. Son bastantes animales los que se han usado con fines bélicos lo sé, pero solo me quiero centrar en este escrito en una parte de la historia del viaje hacia su final casi sentenciado, de dos de estos nobles seres. Ellos son: las palomas y los perros.

Las palomas ¿primeras en dirigir misiles?

La función principal que tenían las palomas era la de llevar mensajes de una base a otra, para que los mensajes por radio no fueran interceptados por los ejércitos enemigos o cuando se averiaba el telégrafo. Eran palomas mensajeras, pero además de esto también fueron entrenadas para ser los primeros «misiles dirigidos», a los que luego de un entrenamiento se les podía encargar la labor de guiar dónde debía estallar la carga. Pero vamos por partes, primero hablaré de la función de mensajeras.

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Fotografía: Avro Lancaster pigeons. 1942. Royal Air Force official photographer

En esta función, más honorable que la otra, no estaban exentas del peligro, debían atravesar toda la longitud del campo de batalla y durante el vuelo podían ser atacadas o alcanzadas por balas del ejército cuando abrían fuego contra ellas para que los mensajes no llegaran a su destino, o por los halcones peregrino entrenados para detenerlas en pleno vuelo. Las palomas mensajeras —lejos de lo que puede llegar a creerse—, no son animales entrenados para llevar mensajes de un lugar indeterminado a otro. No, no se les puede indicar un punto al que tienen que ir para que luego así lo hagan. Lo que sucede es que ellas tienden a regresar al lugar donde nacieron, al nido o al palomar donde han sido criadas. De esa manera se desarrolla la labor de estos increíbles animales.

Esta era la forma en que cumplían su misión las palomas: tras nacer en un palomar-base militar eran llevadas por los soldados al campo de batalla, y cuando requerían transmitir un mensaje a la base sin que fuera interceptado o cuando los equipos de comunicación fallaban, pues entraban en acción los «soldados» alados. «Una paloma con buen entrenamiento y en óptimas condiciones meteorológicas puede cubrir cerca de mil kilómetros sin perderse y recorrer hasta ochenta kilómetros en una hora»(Samper, 2013, §.4). Se sabe del caso en que una paloma recorrió treinta y dos kilómetros en veinte minutos y otra que voló durante cinco horas para cumplir su objetivo. Pero entre sus trabajos no solo debían llevar datos de vital importancia hacia la base, también se contó con palomas de pocas capacidades que al no poder llegar a su palomar natal buscaban otro más cercano, llegando a la base enemiga —de forma prevista— y, por lo tanto, con ellas se enviaban de regreso mensajes que tenían datos falsos con la intención de engañar al enemigo.

Por otro lado, no fue suficiente para los militares delegar estas riesgosas funciones a las palomas, sino que encontraron para ellas una labor más, una en donde la vida de estos animales estaba realmente en juego. El objetivo en esta ocasión era que un misil llegara a un destino prefijado y determinado, pero la tecnología de hace sesenta años, más o menos, no estaba a ese nivel de desarrollo, así que se pensó en animales que guiaran estos objetos. El proyecto, Project Pigeon, luego llamado Project Orcon (organic control), fue desarrollado por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y en cabeza de Burrhus Frederic Skinner — ¡vaya casualidad!—, un psicólogo estadounidense que defendió y trabajó en el conductismo. ¡Atención! No tengo datos que confirmen que las palomas que guiaban misiles fueron usadas realmente y de haberlos hay que sospechar de su veracidad. Lo digo porque sé que un hombre cegado por el poder —o por la promesa de este— haría lo que fuera. Quedo con la duda y la siembro en el lector.

Con este proyecto pretendían guiar un misil a un objetivo deseado, así que tuvieron que modificarlos ampliando la parte delantera de este que ahora tendría un espacio para introducir la paloma. En su interior contaba con una pantalla en la parte frontal que le permitiría a la paloma seleccionar el objetivo y así dirigir el rumbo del arma. Estas pantallas estaban conectadas al control de vuelo, en donde se veía una imagen y si se presionaba sobre esta hacia allí, se movería el misil. La labor de la paloma que dejaban dentro era picotear sobre una imagen —estaba condicionada a conseguir alimento de esta manera— que aparecía en la pantalla determinando así la dirección del arma, que cuando hacía contacto con el blanco detonaba la carga explosiva. Skinner con el método de condicionamiento clásico (de Pavlov) modificó el comportamiento de las palomas para que llevaran a cabo esta terrible misión. El proyecto se canceló en 1944 porque el gobierno lo creía poco serio a pesar de su alta efectividad en los entrenamientos. Se retomó en 1948, pero volvió a cancelarse en 1953 porque se empezaron a usar sistemas electrónicos para guiar los misiles.

Algunas palomas, en todas estas travesías que pasaron, tuvieron la fortuna de regresar de la guerra y terminar su vida de forma apacible, pero fueron muchas las que murieron en la batalla.

El «mejor amigo» del perro lo ha sido solo por conveniencia

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Fotografía: Marine war dogs. 1943. T.Sgt. J. Sarno

Ahora es momento de presentar a los perros. Estos seres que fueron usados en la guerra en distintas maneras: como vigías, paracaidistas, mensajeros, perros de trineos, detectores de explosivos y tropas enemigas, rescatistas y, lo más absurdo y cruel, como perros antitanque. Esta última forma mencionada sí es un viaje hacia la muerte, en el que cualquiera —o la mayoría— se rehusaría a participar.

Ellos cumplían la misión en contra de su voluntad, o con su voluntad doblegada, por medio del condicionamiento clásico de Pavlov, que es un aprendizaje de asociación en donde se establece una relación de dependencia entre dos estímulos para conseguir una reacción. Ambos estímulos se relacionan, buscando que luego con la presencia de uno solo se produzca la respuesta que provoca el encuentro de los dos. Referiré un ejemplo para que sea más claro. Una respuesta natural de los perros es que al contacto con la comida empiezan a salivar, pero Pavlov logró que salivaran sin la comida. Hacía sonar una campana (estímulo 1) antes de presentar la comida (estímulo 2), y cuando se le daba esta al perro, iniciaba la salivación (respuesta). Luego de un tiempo solo con el sonido de la campana el perro empezaba a salivar.

Miremos algunas de las labores que llevaron a cabo los perros antes de hablar de su labor de antitanque. Los perros se usaron como mensajeros llevando recados de una base a otra en pleno combate o sin este, porque había lugares de difícil acceso para vehículos y que podían constituir tareas peligrosas para los soldados —como si para los perros no lo fuera—. Por eso vieron en estos animales una buena oportunidad para que los mensajes llegaran rápido (cuando llegaban), porque eran muchos los riesgos que se corrían al tratar de atravesar el campo de batalla: los ataques enemigos, los gases, las trampas, misiles que caían del cielo, las minas y tantos otros riesgos a los que se exponían al empezar el desplazamiento para dar a conocer un mensaje.

También fueron rescatistas, gracias a su gran olfato. En medio de tantos olores: pólvora, tierra removida y sangre, gases y quién sabe qué cosas más, ellos iban en busca de sus compañeros, a los cuales en ocasiones había que intervenir quirúrgicamente para, por lo menos, salvarles la vida; en otros casos ya era demasiado tarde el momento del encuentro. Podría seguir citando las labores de estos buenos «amigos del hombre» que no reciben todo lo que dan, pero debemos ir terminando con este escrito, así que veamos un poco de los perros antitanque.

¿Qué es esto de perros antitanque? Bueno, fue un método, un arma, que los soviéticos desarrollaron alrededor de 1941 cuando notaron que los alemanes avanzaban sin problemas gracias a sus poderosos carros tanque que en la avanzada iban destruyendo sus resistencias. De algún modo debían detenerlos para no ser sometidos. Luego de indagar, descubrieron que una de las partes vulnerables de dichos vehículos se encontraba en la parte baja, supieron que ahí debían atacar. ¿Quién sería el primer valeroso soldado en ir, en pleno cruce de fuego, voluntariamente a poner un maletín con explosivos bajo un tanque, o en su trayectoria, para detenerlo? No sé si haya habido alguno humano, no conozco datos sobre esto, pero sí tenían algunos perros que podrían cumplir esta labor. Es aquí cuando se empieza a gestar la idea de ponerlos en la función de ir a morir bajo un tanque.

Lo primero que hicieron con los perros fue entrenarlos para que fueran cerca a los tanques con una carga explosiva en un bolso que llevaban en el hocico y que la soltarían dejándola en el suelo para que estallara bajo el vehículo. Este método no fue lo suficientemente efectivo porque no cumplían siempre el objetivo previsto, así que luego de buscar soluciones a estos errores y de estudiar las nuevas posibilidades… lo modificaron. ¡Ahora el perro se metería bajo el tanque con una carga explosiva atada a ambos lados de su lomo para ser detonada al contacto con el vehículo! El funcionamiento de este artefacto consistía en que el canino llevaba una vara de madera de forma casi vertical en la parte más alta de la espalda que al tocar el vehículo se rompía, lo cual hacia detonar la carga explosiva que estallaba junto con el animal que moría.

La forma de entrenarlos nuevamente fue por el método de condicionamiento clásico de Pavlov. Esta actividad empezaba por poner el alimento bajo los tanques encendidos, para que se fueran adaptando al sonido y meterse bajo el vehículo. Luego de hacerles saber que en ese lugar iba a estar el alimento y, luego de que los perros se habituaron, dejaban los perros un par de días antes de los enfrentamientos sin comida, garantizando con eso que al momento de ver un tanque enemigo en la batalla, los perros irían corriendo bajo este para saciar su apetito, aunque lo único que encontrarían sería su destrucción.

Apreciaciones finales

La verdad, hablar de esto tan fuerte no es fácil y más al complementarlo con la cantidad de imágenes que hay sobre estos casos de abuso en la voluntad de los animales, o en el ejercicio de decidir por ellos. Hasta tal punto de insensatez es capaz de llegar el ser humano, demostrando una de sus características fundamentales: «la racionalidad».

No sé bien cómo algunos animales aún confían en los humanos después de tanto daño que se les hace, ya sea experimentando con ellos, ya sea matándolos para «alimentar» a algunos, asesinándolos en la caza por entretenimiento de unos pocos, asesinándolos por sus pieles o por partes de su cuerpo para hacer elementos que, en ocasiones, ni se usarán, o para tener un negocio con el tráfico de sus vidas o en la guerra como ya vimos. Sé, desde la experiencia, que algunas aves son precavidas cuando se les acerca un humano, pienso por ejemplo en las palomas torcazas, que cuando ven la cercanía del ser humano emprenden el vuelo para mejor ir a posarse en otro lugar. ¿Cómo puede el ser humano confiar en sí mismo luego del daño que (se) hace? ¿Qué es eso por lo que puede y vale la pena volver a creer en esos seres tan desgraciados?

Saber que se puede moldear el comportamiento de los animales y realizarlo para procurarse el propio «bienestar» sin importar que eso sea nada significativo realmente y, además, acabar con la vida del otro sin tener en cuenta esa voluntad que tiene y le permite indagar por la realización de una acción o no. El ser humano no tiene el derecho de pasar por encima del otro y mucho menos el de decidir por alguien más en donde entra en juego algo tan importante como el vivir. Son tan nobles y valientes los animales que le entregan hasta su vida a los seres humanos, aunque ni siquiera estos sepan hacia dónde van. Me queda una pregunta más: ¿Y nosotros qué tan condicionados estaremos?

Referencias bibliográficas

Samper, D. Cuando las palomas van a la guerra. Recuperado el 10 de diciembre de 2013 de: http://www.revistacredencial.com/credencial/content/cuando-las-palomas-van-la-guerra
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Animales: expedición al servicio de la guerra
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