Cinco-minutos

Sentada junto a la ventana, doña Margarita miró por quinta vez el reloj de pared sobre la chimenea. —Mija –dijo, alzando la voz—, son las cuatro y veinte. —Me estoy apurando —contestó la hija desde la cocina—. Aún es temprano. Quince minutos más tarde, Rosaura entraba al salón secándose las manos con el delantal. Doña …