A Cayetano Elías, un grito sobre la voz del viento.
A Manuel Santiago
lo agarró la madrugada,
cortando las estrellas con las manos…
Se le apagaron los angustiados
gritos de los ojos y en la mordaza
quedaron escritas sus palabras…
Le cesaron las voces clementes de la sangre
y lo cubrieron los brazos opresores de las sombras…
Luego,
saltaron los piojos torturados de su barba.
Desde niño, le contaron
la historia de mil noches derramadas en el vientre
de la patria y de mil bocas de fuego lamiendo
sus entrañas con sus afiladas lenguas de acero inoxidable.
Entonces…
le trepó por la médula la iracundia,
diseminó su paso por la vida de las selvas y las aulas
y las calles y ciudades de esta Colombia suelta
en el subsuelo de sus hombres.
Respiró por una y por mil veces el aire podrido
del ambiente y optó por cazar estrellas
en los caminos cansados de la noche…en sandalias
o con botas, con mochila y con bluyines
y los piojos torturados de su barba.
A Manuel Santiago
lo agarró la madrugada
cortando las estrellas con las manos.
Y amaneció de nuevo,
una voz de alas quebradas, inflamándose, naciente
como un sol de hoguera y sangre con un tiro a las espaldas.