La fiesta en cuarentena

La fiesta es un producto social y para descifrar sus permanencias o cambios hay que observarla en el entramado de las complejidades políticas, económicas, culturales y sociales. Este es el sentido de este ensayo, que muestra los ambientes en los cuales la fiesta se manifiesta.

I. El trapo rojo

 Rey: ¿Cuál es el día más largo que existe? Bertoldo: El día en que uno no come.

Piero Camporesi, El País del Hambre, FCE, México, 2006, p. 113.

Mientras transcurre el periodo de la cuarentena nacional (marzo, abril y mayo de 2020), decretada por el gobierno de Colombia con el objetivo de evitar el contagio del virus covid-19, que la infraestructura sanitaria no colapse y puedan, supuestamente, tener mayor control, se observa en varias zonas del territorio nacional la exhibición de trapos rojos en casas, apartamentos, casuchas y remedos de viviendas. Éste indica a los pocos transeúntes que las familias que habitan estas residencias necesitan ayudas gubernamentales o, como es de imaginar, de cualquier proveniencia para poder subsistir. Versiones encontradas dicen que surgió de una propuesta de gobierno en la localidad de Soacha, con la idea de que vecinos se ayudarán unos a otros, mientras que otra versión da cuenta de que fue una propuesta ciudadana originada en el barrio Potosí, en la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá. Lo cierto es que rápidamente se propagó a otras localidades de la capital y también a otras ciudades.

Foto: Mariana Elorza Chávez. Abril, 2020. Bogotá.

Paralelamente hemos visto que sectores de moradores en Bogotá, Medellín, Santa Marta, Santander, La Guajira y Sincelejo (El Tiempo, 16 de abril de 2020) se han tomado calles de sus barrios para protestar por la falta de ayudas de los gobiernos nacional y regional. En Bogotá, moradores de localidades como Ciudad Bolívar, Rafael Uribe, Suba, Usme, Bosa y Kennedy, han bloqueado vías y en algunos casos se han enfrentado con la policía que, como es costumbre, disuelve las manifestaciones con gases. De igual manera, se han escuchado los famosos cacerolazos en varias ciudades, en Cartagena, por ejemplo, apoyando a su alcalde por controversias con el Concejo Municipal y en otros lugares reclamando ayudas.

Foto: Barrio Tocaimita, Localidad de Usme, Bogotá, Propiedad de Fundación Antífona

Este fenómeno ha convertido el trapo rojo en un símbolo de otra forma de protesta, tal como lo afirma un líder comunal de Usme, quién manifiesta que por la falta de ayudas «casi toda la localidad tiene trapos rojos en las ventanas de sus casas». (La historia detrás de los trapos rojos con los que piden auxilio. El Tiempo. 6 de abril de 2020).

Es evidente que el trapo rojo y la cacerola son los símbolos que sirven hoy como instrumentos de comunicación en una clara aplicación de que lo iconográfico toma su papel de trasmisor, una característica del lenguaje, y que cada grupo social busca construir imágenes para expresarse. Así pues, el trapo rojo no solo simboliza pedir ayuda sino que ha variado con la protesta y ya significa hambre.

El fenómeno ha logrado acciones impensadas. En una zona periférica de la ciudad de Medellín un grupo de pandilleros, que dominan varios barrios buscaron un acuerdo con la policía para intercambiar armas por comida, con el fin de repartirlas entre los moradores de esas zonas. El hambre venció el terror. Y es que el problema tiene dimensiones mundiales.

Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), de la Organización de las Naciones Unidas, el Covid-19 puede tener un impacto en la cantidad de personas en riesgo de morir de hambre en el Planeta, que puede llegar este 2020 a afectar 265 millones de personas. La necesidad obligará entonces a la invención de estrategias recursivas para obtener algún ingreso y poder comer, tal como lo observamos en la ventana de un edificio en Bogotá o en las calles por vendedores del rebusque.

 

Cartel de venta de empanadas en época de cuarentena. Bogotá, 23/04/ 2020. Foto: Marcos González Pérez.
Vendedor ambulante con bandera roja. Bogotá, abril 27, 2020. Foto: Marcos González Pérez.
Hombre pidiendo ayuda. Bogotá, mayo 2020. Foto: Natalia González Gómez

Pero la bandera roja, trapo rojo, jirón rojo, tiene una historia.

  1. De acuerdo con el historiador Bronislaw Baczko (Los Imaginarios Sociales, Nueva Visión, Buenos Aires, 1979, p. 15), la necesidad del movimiento obrero, en el siglo XIX, de buscar símbolos de representación orientó la búsqueda de una bandera que los identificara. Buscar un color propio, que los diferenciara de los Estados Nacionales, se hizo por parte de los obreros, según Baczko, a tientas y con dudas entre el rojo, el negro, el arco iris y el azul. Inicialmente la bandera roja identificaba en Francia la instalación de un estado de emergencia contra los tumultos y la anarquía, pero con la decisión de los obreros de apropiarse de este color le dan un significado diferente. El simbolismo ahora tiene que ver ahora con el trapo empapado de la sangre derramada por los obreros en sus luchas y por lo tanto el rojo sirve de pregón. En Colombia la bandera roja del proletariado acompañaba, desde los años 20 del siglo XX, la celebración de los primeros de mayo, como día de los trabajadores.
  2. En los años 20 del siglo XX, en Colombia, surge el Partido Socialista Revolucionario que contaba entre sus filas a la dirigente María Cano, elegida por los obreros de Medellín en 1925 como la Flor Revolucionaria del Trabajo, quién ondeaba en sus proclamas la bandera roja como símbolo de las luchas sindicales. En el II Congreso Nacional Socialista realizado en 1920 se acordó, entre otros asuntos, que «La enseña del Partido Socialista será una bandera roja con un triángulo en el centro, hecho con el tricolor nacional. Dentro del triángulo los tres ochos bordados y las siguientes inscripciones: Estudio, Trabajo y Descanso, correspondientes a cada uno de los ochos. El rojo de la bandera es emblema de combate; el tricolor, patriotismo, y las inscripciones anteriores significan que el socialismo reconoce para los individuos, ocho horas para el estudio, ocho para el trabajo y ocho para el descanso. En los vértices del ángulo irá el lema del partido: Libertad, Igualdad y Fraternidad». (Periódico La Ola Roja, Popayán, julio 23 de 1920. Capítulo 2º, Artículo 17).

En esos años impulsaron el ritual de prestar juramento a su bandera, «el jirón rojo, emblema de nuestra lucha» en el marco de lo que denominaba el «evangelio social» lo que provocó una fuerte disputa con los gobernantes nacionales quienes consideraban estos ritos como una profanación a la bandera tricolor, el emblema nacional. (Ver: González Pérez, Marcos. Fiestas de Nación en Colombia. Academia Colombiana de Historia, 2019).

Después de la disolución del Partido Socialista aparece en los años 30 del siglo XX el Partido Comunista Colombiano que toma como emblema la bandera roja con el símbolo de una hoz y un martillo.

3. En el año 2011, el Partido Liberal Colombiano, fundado en 1848, aprueba sus estatutos y, en el Capítulo I, artículo 2, determina como su distintivo el color rojo «como interpretación del amor, la fraternidad y la tolerancia, y su emblema se acompañará con su símbolo que es la L y el de la Internacional socialista, a la cual se encuentra afiliado». (Estatutos Partido Liberal Colombiano. PDF, archivo protegido)

4. El trapo rojo también ha estado relacionado con otras esferas: en lo festivo, por ejemplo, el pañuelo rabo de gallo o rabuegallo (Guillermo Abadía Morales, ABC del Folklore Colombiano, Panamericana, Bogotá, 2002, p. 39), que se usa en los trajes de los hombres que danzan el sanjuanero en las fiestas de san Juan y san Pedro en zonas como el Tolima, Huila y Caquetá. El pañuelo de seda o satín rojo era parte de la vestimenta de campesinos de varias regiones y se usaba para proteger la parte posterior del cuello de los rayos del sol.

En los deportes el rojo es distintivo de varios equipos profesionales de fútbol en Colombia y han popularizado el grito: «Dale Rojo Dale».

Varios movimientos políticos surgidos en el siglo XX han tomado esta bandera roja y le agregan un distintivo especial para identificarse con sus ideologías de origen, caso Partido Comunista con la hoz y el martillo de tendencia soviética, o el Moir con su bandera roja y una estrella amarilla, de tendencia maoísta.

A nivel mundial también varios partidos socialistas utilizan el color rojo en sus banderas o en sus logos, casos como España y Francia.

Las carnicerías o «famas» como se les llama comúnmente identifican su lugar como espacio de venta de carne, inicialmente, de vacunos, con un trapo rojo. La fama era una de las carnicerías más importantes de Bogotá en el siglo XIX, de ahí que este nombre se propagara para este tipo de lugar comercial.

Así pues, el trapo rojo ha estado ligado a la historia de la nación colombiana, por sus múltiples significados, y hoy puede resurgir como el emblema de los reclamos sociales, toda vez que ya en las protestas callejeras, en algunos barrios, están agitando el chiro rojo bajo la consigna: «Mejor morirnos de coronarivus que de hambre».

La Luna y el planeta Venus miran la cuarentena en Bogotá. Foto: Marcos González Pérez, abril 2020.

II. Faro de colores

Menos mal existen el arte, la música, la literatura y la poesía. Acuérdense que Churchill declaró el labial rojo artículo de primera necesidad: para ayudar a subir el ánimo…” Vanessa de la Torre. Periodista. (En Publimetro, Colombia, 21 de abril de 2020.)

Mientras la Luna y el Planeta Venus se juntan en el infinito y parecen mirar la cuarentena en Bogotá, empieza a emerger en Colombia un faro de colores bien significativo: el púrpura o el negro como distintivo de violencia intrafamiliar, especialmente por la violencia contra las mujeres. En esta época de cuarentena ha obligado a las autoridades a abrir una línea de teléfono especial para denunciar estos horrores, denominada justamente línea púrpura.

Un trapo negro es indicativo de que en el lugar donde se coloca hay violencia de género. También algunas mujeres dejan ver en sus cuellos una cinta o cordón de color negro, como pidiendo auxilio. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reveló que entre los meses de enero y marzo de 2020, se registraron en el país 15.440 hechos de violencia intrafamiliar en Colombia, lo que ha propiciado que se creen varios canales de atención.

Algunos centros de comercio y droguerías habilitaron un programa denominado «En casa sin violencias», en el que las mujeres pueden llegar para informar de violencias caseras y estos informan de inmediato a la policía. Es una estrategia tomada de España donde se denomina «mascarilla-19». (Mascarilla-19: una iniciativa en apoyo a las víctimas de violencia de género. Corresponsables. 6 de abril de 2020). Allí, cuando una mujer es violentada pide una mascarilla19 y se activa el protocolo de alerta para buscar protegerla. Estos datos hacen parte de las altas cifras de actos de violencia originados por intolerancias, pese a los llamados a la solidaridad y a la paciencia en esta época de cuarentena.

Cartel colocado en la puerta de un apartamento en Bogotá por una joven violentada por un vecino debido al ruido que hacía al hacer ejercicio. Foto: Marcos González Pérez, abril 24 de 2020.

El azul es otro color que ha sido utilizado como distintivo de una problemática en los hogares. En esta cuarentena, un trapo azul en la ventana tiene como significado que en el lugar hay problemas de salud. Ha sido utilizado bajo el slogan: «manos pintadas de azul», motivado por una empresa prestadora de salud como parte de una campaña en favor de personas en riesgos vulnerables y sin protección en salud.

El azul debería ser el color de las protestas de los trabajadores de la salud, que tienen que manifestarse por el derecho a la vida, para no ser amenazados de muerte por cumplir con su labor y para que los doten de materiales apropiados para sus labores. Así como a que no los maltraten en la via pública o en sus residencias por ser considerados portadores del virus.

Los profesionales de la salud llevan varios muertos en su gremio y sectores de la población rechazan su cercanía en un acto máximo de intolerancia. Resultaron ser victimarios y no víctimas, como es su realidad cotidiana. No obstante un sector de la población aplaude su existencia y coraje y apoya sus justas protestas y ya se propagó la idea de considerarlos «ángeles de la salud». Desde mediados de abril, cada día, a las 8 p.m., cientos de personas salen a las ventanas o a las puertas de sus casas y aplauden, con o sin presencia de ellos, a médicos, enfermeras y a todos los que contribuyen con su labor a salvar vidas. (Fernando Quiroz, “Sigo Aplaudiendo” en El Tiempo, 28 de abril de 2020).

Aunado a estos sucesos se nos suma el insólito caso de los asesinatos de líderes sociales en Colombia. «En el sistema de información de la organización “Somos Defensores” se registraron 62 homicidios contra líderes sociales en todo el país, en el primer trimestre del año», se lee en El Espectador del 9 de abril, 2020, justo el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del conflicto armado, que se conmemora oficialmente desde el año 2012.

En Italia, se observan niños en las ventanas con banderitas arcoíris, significando esperanza, un imaginario social que ha traspasado todas las fronteras.

Así pues el crisol de colores se direcciona socialmente para identificar situaciones propias de la crisis creada por el virus, que ataca la humanidad en este siglo XXI, y que con esta catástrofe pareciera marcar su conteo como año Uno, dado que puede crear una ruptura de tiempo signada por otras formas de relación con la naturaleza, con el otro y consigo mismo. Vale la pena recordar a Eric Hobsbawm, el historiador, quién afirmaba respecto del siglo XX: «La infinita variedad de la especie humana y la rapidez con la que han cambiado en el transcurso del siglo XX hacen verdaderamente difícil elegir un símbolo de la gente corriente. Y sin embargo, repito, si me veo en la necesidad de elegir uno escojo a una madre con sus hijos» (Eric Hobsbawm, Entrevista sobre el siglo XXI, Crítica, Barcelona, 200, p. 212).

Con el criterio de considerar que los adultos mayores son «desechables», ya hace lejanos tiempos determinada por el sistema financiero y las compañías de seguros para los mayores de 70 años, son detestados como estorbos para la vida de los demás y, en el marco de la pandemia que nos azota, el símbolo humano que sobresale, por lo menos en los albores de este siglo XXI, sería una foto contra El Olvido.

Aunque según José Saramago: «sabremos cada vez menos qué es un ser humano» (Tomado del Libro de las Previsiones. José Saramago en Las intermitencias de la muerte, Penguin Random House, Bogotá, 2015).

Señora adulta encabeza una marcha contra El Olvido en un acto de Memoria en Bogotá. Foto: Marcos González Pérez, Bogotá, noviembre de 2019.

III. La fiesta

¿Y la fiesta? Los elementos que se han puesto en escena en esta maraña de incertidumbres han permitido que uno de los pilares de lo festivo sea un protagonista: el color. Este, en lo festivo, hace conjunto con los sabores, los olores, las escenografías, las músicas, los cantos, entre otros. Asimismo el calendario de lo festivo orienta formas de comportamiento de individuos y comunidades y, en muchas regiones, el tiempo se mide por la fecha de la fiesta. Antes o después del carnaval, es una actitud que rompe el tiempo de lo cotidiano. Por eso el tema es de suma importancia en un país como Colombia, para solo dar un ejemplo, donde se escenifican cada año alrededor de 4000 fiestas.

Después de carnavales (febrero 2020) llegaron las noticias de confinamiento y por supuesto la suspensión de actividades de masas. La alcaldesa de Bogotá lanzó una especie de orden: «festivos sí, pero no para vacaciones», referido a los llamados puentes festivos (sábado, domingo y lunes) que existen en el calendario colombiano. Y para darle mayor control cerraron las fronteras territoriales para impedir la movilidad. Así, esta es una de las tantas consecuencias de la cuarentena y, teniendo en cuenta que uno de los descriptores de la fiesta es la diversión, al lado de la celebración, la conmemoración, el festejo o el recordar, pues se interfiere, por obvias razones de sobrevivencia, parte de la esencia de lo festivo.

Pero la fiesta no se detiene, puede variar su forma de manifestación y es eso lo que se observa desde el mes de marzo. Este es el caso de algunos rituales, uno de los más conocidos como el lumbalú, rito ancestral de origen africano, que reúne a las comunidades alrededor de cantos y bailes al son de tambores y rondas para despedir a sus muertos no se escenifica para evitar contactos personales que puedan originar contagios de coronavirus, no obstante que a la fecha (23 de abril) no se ha presentado ningún caso en esta zona cerca de Cartagena. Allí, en San Basilio de Palenque, en el departamento de Bolívar, lugar emblemático de los residentes de origen africano, «nos toca elevar nuestras plegarias a los orishas (divinidades) de forma individual en las casas buscando protegernos» dice Manuel Pérez, un gestor cultural de Palenque. (El Tiempo, 23 de abril, 2020).

El 9 de abril se celebra el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las víctimas, establecido mediante Ley de víctimas del 2011, Artículo 142. En el año 2020 coincidió la fecha con el jueves santo y con la pandemia covid-19, de tal manera que no se realizaron, por obvias razones, actos públicos. Las organizaciones de víctimas lanzaron la propuesta de realizar una velatón el jueves 9 de abril a las 8.p.m., desde las casas en memoria a los 9 millones de personas que han sido víctimas del conflicto armado en Colombia.

Días antes de este día, en una publicación de prensa (Justicia. El Tiempo) se leía: «El Centro Nacional de Memoria Histórica, está impulsando el hashtag #9AUnaSolaVoz y un micrositio desde el Museo Nacional de Memoria en el que se establece una agenda virtual para esta semana en la que se preguntan por los hechos del asesinato de Gaitán y por cómo podemos ser solidarios con las víctimas. […] Otro componente de esta celebración, pese a la virtualidad, correrá por cuenta del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, del cual hacen parte la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas». Así, dos entidades distintas que en una especie de encuentro/enfrentamiento conmemoran el mismo objeto pero desde miradas diferentes.

En relación con los festivos, de convocatoria nacional, se iniciaron con los días de Semana Santa, los cuales hacen parte del calendario católico. Los rituales, sin acompañamiento de gentes, fueron trasmitidos por la televisión y, en casos más puntuales, algunos curas recordaron la muerte y resurrección de Jesucristo ante las fotografías de los fieles de su parroquia. Otros siguieron las ceremonias a través de la radio. Puede afirmarse que, por ahora, los rituales se mantienen, no varían. Permanecen, se dice en los estudios de lo festivo.

Las procesiones más tradicionales y suntuosas como las de Popayán y Mompox se suspendieron.

El Festival Nacional del Burro, realizado cada año en el mes de abril en San Antero, Córdoba, es un encuentro festivo muy concurrido donde se aprecia la utilidad del burro en el acompañamiento al trabajo campesino. Se programan concursos y hay también muestras de la cultura cordobesa. Este año, siguiendo las directrices del gobierno nacional, el evento se aplazó y su nueva fecha está aún sin definir.

El 23 de abril, Día de la Lengua Española, que tiene sus actividades de encuentro en la Feria del libro en Bogotá, fue celebrado en un encuentro virtual porque la situación obligó a organizarlo de esta manera. Conferencias, lanzamiento de libros y otras actividades propias para estos casos, pasaron este 2020 a ser parte de la programación virtual.

En instituciones educativas se realizaron conferencias, concursos de poesía y dibujos pero virtuales y el comercio promociona descuentos en libros como parte de la celebración. Un dato curioso: algunas cadenas de droguerías lanzaron la celebración del Día Internacional del Libro y no mencionando que es el de la Lengua, con una promoción de sus libros de salud, dietas y bienestar, con descuentos del 20%. Lo que se detectó es la ausencia de mención al verdadero origen de esta fiesta: el Día del Idioma Castellano, en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra, fallecido un 23 de abril de 1616, autor de Don Quijote de La Mancha.

Para finales de abril de cada año se programa el Festival de la Leyenda Vallenata en la ciudad de Valledupar, Cesar, encuentro bastante concurrido por artistas y un público internacional numeroso. Este evento es realizado durante una semana plena de concursos musicales tiene como eje el vallenato y el acordeón y también actividades como muestras gastronómicas, desfiles de pilanderas, lugares para bailar y la gran tarima, donde se presentan los principales cantantes y conjuntos de la música de este género.

En el año 2020 la variación por la pandemia lo ha llevado a organizar un programa virtual nominado Fesvallenato Live, emitido cada día en horas vespertinas para que los aficionados «vivan» este festejo del folclor. Así pues no se suspende el evento con el objetivo de preservar este festival, considerado patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad.

El 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Danza, evento que ha tomado mucha fuerza en el mundo y en Colombia. Generalmente se programan funciones de danza en varios escenarios de la ciudad, con asistencia masiva de personas, así como encuentros académicos de gran importancia. Esta fecha, que fue creado por la Unesco en 1982, en homenaje al natalicio del bailarín y coreógrafo francés Jean-Georges Noverre, ya hace parte del calendario festivo de Colombia, con nuevos días de festejo. Este año también varió su forma de celebración, pero en las redes sociales con múltiples puestas en escena y lo mejor es la invitación que se hace para este día: bailar.

El Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, que «cae en puente» en este año 2020, no pudo ser vivido como fecha de diversión por quienes no lo conmemoran, ni tampoco aprovechado para las acostumbradas marchas callejeras de protesta por los celebrantes. No obstante, en muchas partes se proclama que se tiene más miedo al hambre que al coronavirus.

Salvo algunos mensajes virtuales recordando la fecha, este Primero de mayo 2020 ha sido seguramente el día más lúgubre para los trabajadores. Para un sector como el de la cultura, las noticias de prensa son catastróficas: «El sector de la cultura perdió más de 500.000 empleos en marzo», titula en primera página un periódico (El Tiempo, mayo 1º de 2020) y la tasa de desempleo subió a 12,6%, considerada la más alta en la última década. Unas condiciones económicas propicias para hacer público este desastre laboral en un día como el de los trabajadores.

En esta fecha en la que se conmemora la masacre de varios obreros en la ciudad de Chicago, en 1886, por reclamar la jornada de ocho horas de trabajo, tiene su historia: «La feliz idea de instaurar un día de fiesta proletaria para lograr la jornada laboral de ocho horas nació en Australia, donde ya en 1856 los obreros habían decidido organizar un día completo de huelga, con mítines y entretenimiento, como una manifestación a favor de la jornada de ocho horas. Se eligió el 21 de abril para esa celebración. Al principio los obreros australianos pensaban en una única celebración, aquel 21 de abril de 1856. Pero como esa primera celebración tuvo un efecto muy fuerte sobre las masas proletarias de Australia, animándolas con ideas agitadoras, se decidió repetirla todos los años.

Efectivamente: ¿Qué podría proporcionarles a los trabajadores más coraje y fe en su propia fuerza que un paro masivo, decidido por ellos mismos? ¿Qué podría proporcionarles más valor a los eternos esclavos de las fábricas y de los talleres que el reconocimiento de su propia gente? Por eso, la idea de una fiesta proletaria fue rápidamente aceptada y comenzó a extenderse de Australia a otros países, hasta conquistar finalmente todo el mundo proletario. Los primeros en seguir el ejemplo de los obreros australianos fueron los norteamericanos. En 1886 se fijó el 1º de mayo como el día de la huelga universal. Ese día, 200.000 trabajadores abandonaron sus lugares de trabajo y exigieron la jornada laboral de ocho horas. Más tarde, la policía y el hostigamiento legal impidieron por muchos años la repetición de esa gran manifestación. Sin embargo, en 1888 restablecieron su decisión y fijaron el primero de mayo de 1890 como el día de la siguiente celebración» (www.laizquierdadiario.mx). En Colombia tenemos referencia de la celebración del Día del trabajo desde el año 1914. (Ver Marcos González Pérez. Los Nuevos Ceremoniales en Colombia, Intercultura, Bogotá, 2020)

En este 2020 en Colombia la conmemoración pasó prácticamente sin ser recordada. Sin unas orientaciones de los líderes promoviendo cacerolazos en puertas y ventanas en horas definidas o exhibición de pancartas en las ventanas con las demandas sociales o agitación de chiros, bufandas o trapos rojos, fueron más bien los grandes ausentes, como en algunos países. Las multitudinarias concentraciones y marchas de otras épocas, agitando reivindicaciones sociales, quedaron suspendidas por la pandemia, pero la ausencia de estrategias para utilizar las rutas virtuales y cohesionar la protesta ciudadana dieron paso, sin duda, a la nostalgia por la cacerola.

Paro Nacional, noviembre, 2019, Bogotá. Foto: Marcos González Pérez.

La Cruz de mayo (3 de mayo) es una fecha de carácter religioso, que convoca en Bogotá a muchas personas en los templos católicos para bendecir una cruz fabricada en madera, laurel de cera (El uso del Laurel de cera ha generado polémicas porque su uso afecta la naturaleza), hojas de maíz o altares con la cruz cubierta de flores y frutos, que se construyen en varios lugares del país. La Cruz de mayo tiene varios significados, pero en general es implorar a Dios por protección en todos los campos.

El ritual de la bendición de la cruz, en este 2020, se realizó virtualmente y parece que los trapos viejos servirán de material para la fabricación de la cruz, dado el confinamiento social. Algunos creen que dado el significado de demanda de protección divina este 3 de mayo acrecentará el número de fieles, implorando desde sus moradas.

La fiesta de la Madre, que se celebra el segundo domingo de mayo, es uno de los días de mayor violencia intrafamiliar (Día de la Madre 2019 resultó ser muy violento). Este año será reprogramada para un día de agosto o septiembre, según piden los grandes beneficiados: los comerciantes, agrupados en la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco). Se considera que debe haber una reapertura gradual de la economía y por lo tanto este festejo no puede ser suspendido, sino modificada su fecha de realización.

El origen oficial de esta fiesta data de 1923 cuando Elvira Zea Hernández, reina de los estudiantes, elegida en el marco de los carnavales estudiantiles de los años 20 del siglo XX, que organizaba la Universidad Nacional, propuso al gobierno central que se aprobará en Colombia el festejo del día de la Madre. El antecedente en Colombia también se encuentra en los programas de los carnavales estudiantiles de esos años, dado que el último día de la programación tenía como una de sus actividades el homenaje a las Madres de los estudiantes. En 1925 se promulga la ley 28 de 1925 firmada por el Presidente de la República Pedro Nel Ospina, mediante la cual se decreta la creación de la «fiesta nacional de la bandera nacional» y se designa el 7 de agosto como fecha de su celebración. En la misma Ley se creó la fiesta a las Madres, convertida así en una fiesta nacional y se determinó que se realizaría cada segundo domingo de mayo. (Artículo 4º de esa Ley). (Ver: González Pérez, Marcos Fiestas de Nación en Colombia, Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 2019).

En mayo 25 se realiza la fiesta religiosa de la Ascensión del Señor, cuya tradición es la celebración de oficios religiosos, los cuales seguramente serán oficiados sin público.

Viene Junio con sus fiestas calendario de Corpus Christi, Sagrado Corazón de Jesús y San Pedro y San Juan. La primera de ellas se celebra en algunas regiones de Colombia donde las danzas, cucambas y diablos son los símbolos principales de la celebración. Es posible que para la época se organicen actos públicos, toda vez que en algunos lugares se escenifica el día del campesino con sus desfiles de carrozas plenas de frutas. En otros lugares como Valledupar, donde es reconocida la tradición de los diablos danzantes (Jairo Soto, Los diablos danzantes de Valledupar, Santa Bárbara, Barranquilla, 2017) o en el Corpus Christi celebrado por la comunidad Kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, cuya gran tradición son los pagamentos, seguramente serán puestos en escena por las respectivas comunidades.

Aparece también en este mes la fiesta del Sagrado Corazón la cual es más una celebración de devoción religiosa de los católicos, que por costumbre se hace al interior de los templos.

La que si espera por definiciones precisas es la Fiesta de San Juan y San Pedro, programada para finales de junio, principalmente en regiones de Huila y Tolima. En esta celebración los festejos combinan ciertas actividades religiosas con la realización de los modernos festivales con reinados, muestras culturales, bailes y goces son actividades, que se escenifican durante varios días. Este es el primer acto festivo de gran concurrencia local, nacional e internacional que permitirá observar si se retorna a la normalidad festiva o si la pandemia trastorno estas costumbres. Un gran laboratorio de la vida.

Lo que sí puede suceder es que los recursos del Estado, que generalmente sirven de algún apoyo para la programación, no sean suministrados aduciendo que los gastos durante la pandemia son los prioritarios. La empresa privada, principalmente la de licores, puede aparecer apoyando financieramente los espectáculos de masas dado que hace parte de sus estrategias financieras. Esto supone además una interferencia fuerte para que el espectáculo prime sobre los actos culturales. Enorme reto para los vigías del patrimonio.

También estarían en espera festejos grandes como el Festival de Música Andina Colombiana que se realiza en junio en Ginebra, Valle; el Festival Internacional del Joropo en Villavicencio, y la Fiesta Nacional del Café, que se celebran a finales de junio, entre otras grandes fiestas de gran concurrencia.

El Festival Iberoamericano de Teatro 2020, la fiesta de teatro más importante de Colombia, programada cada dos años, según sus organizadores se realizará del 19 de junio al 5 de julio de 2020. Sin embargo, ya fue suspendida la primera actividad propuesta para el mes de abril, un desfile de comparsas y la presentación de algunas obras. El festival, que intenta sobrevivir a problemas internos y a un fuerte déficit financiero, sueña con logar poner en escena toda su programación, pero los grupos de teatro de otras naciones programan su participación con varios meses de anticipación lo que por las inciertas circunstancias incidirá en la calidad del evento, si se realiza. Sin duda, el lema de su creación: Un acto de fe en Colombia es su gran imaginario.

En julio, la conmemoración del día de la independencia (20 de julio) puede significar que no se realicé el acostumbrado desfile militar en Bogotá. En general, es un festejo sin mucha apropiación social, pero como esta calendado un lunes podría significar que teniendo tres días de asueto nacional se convierta en la primera gran movilidad turística en Colombia: playas, piscinas, bailaderos, ríos, represas, quebradas, parques temáticos, serán vividos como espacios para el desahogo del encierro de la cuarentena. Un desafío enorme para el resto del año y de pronto de la vida.

Los meses que siguen, de acuerdo con el calendario, están plenos de festejos regionales de todo tipo, y esperan bajo una expectante incertidumbre mejores ambientes para sus puestas en escena. Muchos de esos encuentros festivos, entre otros el acostumbrado desfile de comparsas en Bogotá, que se realiza en agosto, dependen de recursos públicos para su ejecución y, tal como se sospecha, la definición de rubros para la cultura que ahora es un tema casi tabú, pero, sin duda, nos seguiremos mirando.

Comparsera, en desfile de comparsas, Bogotá, 12/08/ 2018. Foto: Marcos González Pérez.

Mientras otros inteligentes habitantes de la convulsionada tierra miran expectantes, gracias a que el confinamiento humano les ha permitido recobrar parte de su hábitat natural, debe tomarse como una gran lección que el cuidado del medio ambiente o del ambiente, el respeto por la naturaleza, la salvaguardia de la fauna y la flora y en general el culto a la naturaleza hace parte hoy y mañana de la agenda de los humanos.

Foto: Marcos González Pérez, Abril, 2020, Bogotá. Especie Tordo Llanero. Macho.
Foto: Marco Daniel González Santoro, Abril, 2020, Bogotá. Especie Tordo Llanero. Hembra

Pese a la incertidumbre causada por el covid-19, la fiesta, no importa sus formas, seguirá acompañando el imaginario social por conmemorar, recordar, celebrar, festejar o divertirse y se escenificará, como un respiro profundo, en una nación aquejada de violencias que nos parecen perennes: asesinato de líderes sociales, maltratos a la mujer, desempleo y un agudo empobrecimiento. Estos factores, como conjunto, acrecentarán la protesta social, sembrando para siempre un símbolo: el trapo rojo.

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