La pintura de Jacanamijoy no tiene nada que ver con el Yagé

“Jacanamijoy el pintor de la selva…”; no es sólo eso, “el pintor del Yagé…”; no sé de a dónde sacan eso, pero yo lo respeto muchísimo. Desde que mi papá murió no he vuelto a tomar Yagé, yo sólo lo tomaba con mi papá y no creo que vuelva hacerlo.

                                                                (Carlos Jacanamijoy)* Palabras del Maestro Carlos Jacanamijoy en la entrevista realizada por el Maestro J. W. Vasco para la Revista Contestarte, el día 18 de octubre de 2009.

Cada vez que veo a una persona, veo su interior; casi que escarbo en sus imágenes mentales en búsqueda de algo –aún no sé qué– para tratar de entender sus movimientos, su caminar, sus actitudes. Sé lo que cualquier peatón sabe, observa y “escanea” en las personas a su paso. Leo y evalúo como cualquier otro esas cosas. Pero me parece que a través del arte, o mejor, a través de la pintura, los maestros o las personas dedicadas, adictas, fieles y serviles a esta profesión, dejan entrever qué es lo que ellos ven. Mejor dicho, cómo es que su mente se transforma; cómo es que su cabeza trabaja; cómo es que las imágenes están funcionando en ese litro y medio de materia y energía viva. De Carlos ya era claro que conocía algo. No lo llamemos psicológico –porque de ello no sé mucho–: conocí un ser repleto de experiencias. Hablamos con Carlos de sus amistades, de su trayectoria, de su infancia, de sus hermanos (pues yo había estudiado con su hermano Néstor en la escuela de Artes de la Universidad de Antioquia). Hablamos de su padre, el taita, y su pasado.

Fotografías: Damián Angulo

Yo iba con los mismos preceptos y suposiciones que cualquier ciudadano más o menos distingue en el arte de Carlos Jacanamijoy. Llevaba en mente algunas fotos de revistas, algunas imágenes de pinturas que había visto en el centro Colombo Americano de Bogotá. Algunas imágenes de afiches enmarcados.

Llegué al estudio del Pintor en compañía de una amiga que lo había conocido en un seminario de arte en el Museo de la Universidad Nacional. El maestro trabajaba con el profesor Roberto Amador de la Cátedra Arte y Cerebro, bien conocida en el ámbito universitario. Me presenté donde el Artista un tanto nervioso, como lo puedo estar frente a cualquier personalidad reconocida en el campo del arte, en esta guerra de supervivencia por el dinero, por reconocimientos y por el esfuerzo de permanecer en la memoria de los hombres. Siempre he creído que las personas están donde están, porque de alguna u otra manera han luchado por estar allí, y se lo merecen.

Nos recibió en su estudio, en un tercer piso de una casa espléndida del barrio La Macarena en Bogotá. Me comentó que las personas veían en sus pinturas remanentes de las “pintas” que se ven en los rituales de Yagé (Ayahuasca o Ambil). Pero tomar Yagé, para los que hemos tenido esa experiencia, es una purga, una purga tanto intestinal como espiritual; una experiencia visual, un ritual que es en principio, no visible, sino visual. Aquí sí que se entienden las imágenes mentales; aquí enfrentas, en una batalla infra consciente, todos tus temores, temores reales, miedos, sustos, angustias, complejos; ves y notas malas acciones con los demás, con tus familiares, con los animales; enfrentas tus creencias, tus egos; quemas de paso situaciones que no has podido olvidar inconscientemente (por eso digo que es una batalla infra consciente). Sabes que estás en ese estadio, en esa situación, en ese espacio allí, nervioso, empapado en sudor y te preguntas: ¿qué he hecho? ¿Será que está bien esto? ¿Por qué vi esas cosas? Advierto que una vez has pisado el infierno, luego de ver y sentir las almas en pena, otros organismos, otras esencias, otras fuerzas naturales que te han sido esquivas, invisibles, entes ignorados hasta el momento, viene luego la calma. No creo que se pueda mostrar todo esto en una sola Imagen, sería casi un sacrilegio a toda una experiencia visual.

Comparo el cerebro como un radio. El cerebro esta sintonizado en ciertas frecuencias para vibrar y captar las ondas que llegan por los órganos de los sentidos. Así vemos, sentimos, olemos, escuchamos y degustamos el mundo, un pedazo del Universo. Bajo ciertas condiciones, el cerebro puede sintonizarse en otras estaciones de radio, en otras frecuencias (puede cambiar de dial), por medio de algunos ejercicios o alterando algunos de sus órganos. Algunos entrenan más un órgano a falta de otro. Otros nacen mezclando todas sus sensaciones; otros, sin alguno de ellos. Creo que esos “viajes” deben hacerse con un guía, porque corre uno el riesgo de perderse o quedarse allá metido en esos mundos y no darse cuenta que, al volver del trance, sigues en realidad estando aún por allá. Para nada tienen que ver esas imágenes con las imágenes de Carlos Jacanamijoy.

Una vez el taita te ha despertado, y poco a poco te trae de entre tu “entresueño” con cantos guturales y rítmicos claramente amazónicos, ríes, o mejor, ríes con miedo, ríes con susto. Hay un silencio agotador después de la toma. Casi siempre las mujeres van y repiten primero. Retomas tu andar; sientes por primera vez tu parte interior como una piedra, tu cabeza contra el suelo: la gravedad, el equilibrio. Para nada tienen que ver el Yagé con las imágenes de Carlos Jacanamijoy. Talvez Carlos tenga algunos remanentes selváticos, pero ni siquiera representan la selva, porque la selva es otra cosa: la selva es otro mundo. A mí me parecen más bien imágenes acuáticas, submarinas…, oceánicas.

“Pinta: suma pinta” te dicen antes de beber la totumada de Yagé. Sabe horrendo, “suma pinta”, porque después de la tormenta viene la calma, viene la “pinta”, viene lo más hermoso que he visto en mi vida: figuras tetra dimensionales, insectos coloridos como aves que quería atrapar con mis manos, éxtasis, amor, cosmos, todos éramos uno; yo poseía varios cuerpos, sentí mi Merkabah… Me creía una trucha y exhalaba por cada bendito poro de mi cuerpo energía, estaba en la mejor hamaca del mundo, me escurría entre ella. Mi cuerpo era enorme y nadie ni nada de lo que había visto antes (monstruos-temores) podrían contra mí, movía la maloca entera de lado a lado, estaba en un orgasmo entero –eyaculación sin eyacular–, en un estado mágico, indígena: vi precolombinos; entendí de dónde venían esas imágenes ancestrales; entendí por qué eran geométricos, por qué eran sagradas, el porqué de esos colores; colores fluorescentes que ni siquiera captan nuestra células oculares; colores que eran más que colores; colores que no se ven con los glóbulos de los ojos, y una vez más, para nada tenían que ver con las imágenes que conozco de Jacanamijoy.

Por eso reímos, casi al tiempo, cuando me contó en su estudio que la gente creía y veía en sus pinturas imágenes del Yagé. Reímos porque ambos sabemos que eso no es así. Fui a su taller pensando en cómo serían las nuevas Pinturas en tonos grises que Carlos proponía, para mí un gran interrogante, porque siempre había conocido su colorido, me era familiar, conocía su marca; casi que podría saber cuál era original y cuál copia. ¿Grises, blanco y negro, en Jacanamijoy? Entonces me enseñó dónde estaban. Quedé absorto: son bellísimas. Yo, si pudiera, le compraba una de esas pinturas; si yo pudiera tendría un taller como ése, una terraza como la de su estudio. Me deja perplejo ver su entrega a la pintura –y nada más que a la pintura– en contraposición y en comparación a sus contemporáneos, hoy inmersos en lo digital y la performance.

Encantado de conocer a este personaje, descubrí y constaté que nada tiene que ver su discurso, su obra, con sus raíces. Carlos se encuentra a sí mismo después de una búsqueda académica iniciada en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional en los ochenta. Hace parte de la generación de aquel paro de un año en 1984, pero después de esforzarse y confiar en su ganas y en su talento; después de estudiar el arte occidental; y después de hacerle creer a su padre que estaba en la ciudad estudiando Derecho, encontró su propio arte, encontró la manera de materializar las imágenes que guarda en su cerebro. Muchos desconocemos parte de su trayectoria y cómo fue posible que este personaje llegara a ser uno de los pintores más significativos y reconocidos de Colombia. Desconocemos cómo es que las cosas se consiguen, cuál es el esfuerzo y la beligerancia detrás de los hechos; pensamos que vivir del arte es gratis, que la fama y el reconocimiento sólo depende de la suerte y de los contactos que se consiguen en el camino. No es sólo eso…

Desconozco mucho acerca de la poderosa planta y la obra de este artista. Éste es un pequeño escrito acerca de esta visita a su taller y cómo me inspiró escribir lo que algunos consideran imágenes del Yagé. Nada tiene que ver el Carlos que conocí con el Jacanamijoy que tenía en mi mente. Nada tiene que ver el Yagé con la Pintura de Jacanamijoy.

Frases Memorables

Lo que pretende expresar con su obra:

Mostrar esa ensoñación que tenemos sobre la naturaleza. Esos vestigios que deja el ser humano. Las percepciones, eso es lo que trato de pintar, las vibraciones, lo que se siente cuando tenemos esa sensación de que algo paso o que algo va a pasar…

Un poeta podría describirlo mejor que yo, yo quiero atrapar al espectador con toda esa clase de cosas, que no son externas, son internas, parajes de la memoria, imágenes directas.

Quiero que mi trabajo se convierta en un juego de percepciones, de memoria, que te toque y atrape. Ven en mis pinturas sin número de cosas, les recuerda cosas, sueños, para mí eso es maravilloso.

…yo no veo eso, todo lo veo en colores, los sonidos, no tengo el sentido del olfato, tal vez por eso me queda más sencillo mostrarlo todo en color.

Algunas Definiciones:

Desfolkorizar: dejar de añadirle a las ideas estereotipadas o estigmatizadas que tienen la sociedad dominante e ignorante de algunas minorías. Una cuestión antropológica de quererlos ver encerrados, pero dejar de generalizar, de condenar, como si no existiera la transformación con respeto.
Los indígenas, personas común y corriente, que no deja de ser indígena o excluido porque le gusta el rock, o porque juega tenis, o porque quiere ir a la Luna.

La Ayahuasca es agria; es el extracto de un bejuco, una bebida que sabe a tierra; y el Ambil, una preparación de Ayahuasca, miel y otras especias. Es un poco más dulce.

Acerca de la labor del pintor:

El pintor no está para adornar una pared, o los huecos, vacíos sociales.

Sus esfuerzos, sus comienzos:

Entendí que no solamente se trataba de estar con una brocha y con un espacio grande, con un taller y un lienzo en blanco en frente tratando de pintar, sino que es un trabajo teórico también.
Comencé en los Salones, aplicando a las convocatorias. El primer sorprendido era yo mismo al ver la aceptación de la obra. Mucho tiempo después de ser aceptado y reconocido comencé a vivir de mis pinturas. Después vinieron las invitaciones a otras exposiciones en otros países, después las galerías y los coleccionistas comenzaron a ver las obras con otros ojos

Acerca de la universidad:

No se forma con la realidad del arte, con la realidad tangible, tal vez uno es muy inocente al entrar a la Universidad, la formación es un poquito etérea, aérea, creo que más bien le afianzan a uno los sueños, las ilusiones…
Cuando uno termina la universidad comienza uno de cero nuevamente.
La universidad uno la lleva en la cabeza… igual que el hecho de ser artista, igual que el taller, uno lo lleva es en la mente.
El hecho que le den un título (incluso en otras carreras) no significa que en verdad sea un artista.

Rodolfo Llinás:

Muy amigo mío. Él me decía que de los cinco días de las semana, cuatro los dedica a hacer lo que sabe hacer, a lo que nos da para vivir, el quinto día lo dedica a hacer algo desconocido, aventurado, y lo que él es hoy, es gracias a ese quinto día.

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