Monólogo de Alfred Kubin

En el pabellón de cancerosos
alguien grita
y nadie asiste.
La enfermera anda cabizbaja
buscando unos ojos compasivos
un cuerpo que advierta su existencia
inmaculada.

El anestesiólogo es un hombre cansado
de cargar en los huesos la pequeña muerte de Dios.

Duerme el abandono
el día blanco.
Los párpados callan, las lágrimas callan.

A lo lejos del pabellón,
cerca de mí,
el pétreo fragor de los truenos.

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