Nada poética


nada
Ilustración: Laura Cabra

Es cierto, a ningún poeta le conviene el encierro,
tampoco salir. Ni el ron le conviene, menos estar sobrio.
No necesita nadie que lo moleste, pero
“es tan molesto vivir, y
es tan molesto estar solo”
No ama lo bello, sólo se enamora
Aún teme lo horrendo que puede llegar a ser
El mundo, los demás, él. No lo llena el aire.
Por más que intente, no logra estrangularlo el vacío. Nada
puede penetrar su blandura
que también se pone dura de vez en cuando. En
compañía de ella corta la ilusión, se absuelve
del destierro y se condena al único espejismo
del que es adicto
Cuando siente esa mandíbula masticándole por dentro,
todo el tiempo, sin receso alguno, las mujeres y las
palabras se le confunden. Así como la tinta y el semen.
En el momento de más luz que debería tener su mirada,
el poeta yace apagado. Las palabras se van
a la casa de sus verdaderos novios. Y las mujeres
quedan atrapadas en su piel, transcritas a SU bola de papel
pegachento y mojado.

 

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