A Marta Rodríguez la vi por primera vez hace unos años en un festival de cine documental. Se levantó de su silla para intervenir en un foro, recién llegada de terminar su última película en Nariño, y tuve el presentimiento de que había llegado a Bogotá, hacía apenas unos minutos pues traía la rabia en las palabras y en los gestos, tenía indignada la mirada doblemente; sus pupilas y su cámara. Lo que nos dijo fue que estaba furiosa con un país, que no era capaz de mirar dentro de sí mismo y que acallaba a quienes lo hacían, que los documentalistas que se atrevían a la denuncia se estaban quedando solos ante la indiferencia nacional e internacional. Llamó, a quienes la estábamos escuchando, a reconocer masacres de indígenas y campesinos, nos llamó al arte, al cine y a la polémica. Finalmente volvió a su asiento, causó una gran conmoción en los ponentes extranjeros y el foro terminó. Después de eso, no la volví a ver hasta hace unos meses, cuando la entrevistamos.
Ahora bien, para aquellos que se pregunten quién es Marta Rodríguez, la respuesta es simple y contundente: es una de las fundadoras de lo que hoy conocemos como documental en Colombia. Su carrera lleva alrededor de 50 años de búsqueda estética y lucha social a través del cine independiente y el compromiso activo y participativo con comunidades marginadas, explotadas y perseguidas de nuestro país. Es por esto que decidimos buscarla para que nos hablara de su experiencia y relación con la censura y cómo ha logrado sortearla para continuar con su labor como cineasta.
Esto fue lo que nos contó:
Todo empezó en la Francia de los años 60, allí aprendió a hacer cine de manos de Jean Rouge, fundador y máximo exponente del movimiento cinematográfico conocido como Cinema Verité. Esta valiosa experiencia y el llamado constante de su maestro para retratar la realidad de su país, hizo que Marta regresara a Colombia decidida a hacer cine. Entonces se inscribió en la Universidad Nacional de Colombia, en la carrera de Antropología, donde conoció a Camilo Torres; otra de sus grandes influencias. Es él quien la lleva a conocer los chircales, tema de su primera película (Chircales, 1971) donde se adentra en la cotidianidad de los fabricadores de ladrillo para denunciar la explotación, el trabajo infantil y la condición de subempleo en la que se encuentra la comunidad del barrio Tunjuelito en Bogotá. Esta película marcó la dirección de su interés como cineasta: la profundización en la realidad social de nuestro país, a partir de una investigación participativa profunda y concienzuda, además de la exploración estética del lenguaje cinematográfico. El trabajo junto a su esposo Jorge Silva, cineasta autodidacta (que la acompañaría en una parte importante de su carrera), tomó como bandera un montaje fluido y una fotografía prolija para resaltar las historias de los olvidados.
Este fue el principio de un trabajo asediado por la censura, vedado por los medios oficiales y que ponía en riesgo la vida. Mentir fue el recurso para poder filmar sus historias; desde hacerse pasar por investigadores de instituciones extranjeras, hasta cambiar completamente su discurso para asegurarse la posibilidad de trabajar sin problemas. Sin embargo, el ojo vigilante de aquellos a quienes la denuncia de estas películas ponía en peligro, imposibilitaba el acceso a lo que debía ser mostrado. En palabras de Marta:
Una película trae todo un proceso, llega uno a una población casi analfabeta, esclava, haciendo ladrillo, con unos aparatos rarísimos y les pregunta ¿ustedes por qué no tienen prestaciones?, ¿por qué están como esclavos? Y cuando los dueños se dieron cuenta de que por ahí iba la película vinieron los balazos y nos echaron, ahí nos bautizaron en la censura del cine documental.
En el caso de Chircales, la familia de obreros que la protagonizaba fue despedida por contribuir con la filmación. Y dejaron los chircales sin lamentos, incitando a los cineastas a continuar por el bien de la comunidad. La película fue terminada y estrenada en festivales internacionales, ganó gran variedad de premios y reconocimiento de la problemática realidad de injusticia en Colombia. Pero a nivel local la historia fue diferente, pues, como cuenta Marta, la incursión de Camilo Torres en la guerrilla del ELN y su muerte en combate, condenó a este documental a ser censurado como partidario de la insurgencia, sobre todo por la inclusión de una cita que anunciaba: “La lucha es larga, comencemos ya.” Esta marca pesó como referente del documental, lo que evitó que fuera transmitido por televisión por una década, hasta la creación del Ministerio de Cultura, que levantó la censura a la película.
Esta no fue la única ocasión en la que se enfrentaron a la censura, pero el cine como estandarte de denuncia, les exigió continuar a pesar de la controversia. A lo largo de la realización de sus múltiples películas, se encontraron con intentos por callar sus investigaciones y filmaciones. Inclusive, llegaron al punto de intentar asesinarlos. Marta relata con un bien justificado heroísmo, cómo tuvo que escapar a un tiroteo dirigido a ella y a su esposo en la ciudad de Bogotá, cómo enviaban falsos empleados de empresas telefónicas a su casa, para amenazarla, cómo la perseguían en la calle. Durante la realización de cada una de sus películas sucedió esto, en parte porque motivaron la sindicalización de los trabajadores que retrataban, Marta transmitía sus conocimientos de universitaria a los obreros para que se organizaran y exigieran sus derechos, compartía con ellos el reconocimiento de su valor como seres humanos.
Finalmente, esta es la razón por la que se ha censurado a Marta Rodríguez en Colombia. Se le ha negado el acceso a distintas instituciones donde puede comunicar su experiencia, por las mismas razones que la hacen importante para este país: luchar por los derechos de los marginados, defender sus vidas, atreverse a la valiosísima tarea de contar la historia de aquello que no quiere verse y quiere olvidarse. Se la ha rotulado de indigenista, de muy política, de mala imagen para Colombia, pero lo cierto es que su esfuerzo ha estado puesto, no en dar una buena o mala imagen del país, sino en mostrar lo que otros, no han sido capaces de mostrar por ceguera o negligencia. Es cierto que los historiadores del cine colombiano siempre han reconocido su aporte a la cinematografía a nivel latinoamericano, pero el conflicto está en que al posicionarla como un mero elemento histórico, se deja de lado su vigencia. Es imposible desconocer, que gran parte de la concepción que tenemos del documental como género en Colombia (véase Señal Colombia), se lo debemos a ella: la forma de contar, los comentarios en off, la camarografía, la música, el ritmo del montaje, los planos, los personajes, etc. Nuestras imágenes de referencia pueden de alguna manera rastrearse en Amor, Mujeres y Flores o en algunas otras de sus películas.
Marta Rodríguez en su labor ha tenido que enfrentarse incluso a la censura de las personas que filma, pues ellos tienen que velar por su seguridad, tienen que pedirle que evite sus rostros o nombres, o que no se aleje demasiado de lo que es la verdadera causa de sus vidas. En esa medida podemos pensar que la censura es un hecho inevitable, para aquel que se compromete con la realidad ajena, la restricción frente a las interpretaciones o juicios, que pueden afectar a quien se intenta ayudar son una necesidad desde el punto de vista metódico. Pero ella ha logrado salvar estas problemáticas, pues se ha movido desde ambos lados de la cámara como una espectadora activa, sobreviviendo a la burocracia y a la crítica superficial, en sus palabras: «Uno maneja un lenguaje, para evitar la censura». Se escogen los ángulos, se corta cuando es necesario, todo con el fin de que la realidad sobreviva al juicio y se funda con las ideas que están detrás de la decisión de presionar el obturador.
Frases Memorables:
• «Yo le digo a Alfonso Cano: «usted estudió conmigo Antropología y ahora mata a los indios»»
• «Aquí no hay plata para hacer cine documental, aquí se le da todo a la ficción »
• «Es una censura como solapada»
• «A mí me invitan a todo lado, pero en mi país… Esa señora da mala imagen, esa señora es muy política»
• «Uno maneja un lenguaje, para evitar la censura»
• «Uno lo que aprende es de las comunidades, de las comunidades indígenas, de los afros»
• « El discurso político se acabó. Hay que buscar la poesía». Jorge a Marta, en una carta.
• «Siempre tuve una regla:Nunca perjudiques a las personas que te abren las puertas » «Luego hay una huelga… Huelga de Flore,s Bogotá, yo filmo esa huelga, pero había mucho estrés, mucha crisis y Jorge murió, yo tuve que terminar de hacer la película en Londres. Fuimos a Alemania, nos dieron un viaje con obreras de Flores a recorrer Alemania para denunciar los pesticidas y cómo los usan. Llego a Bogotá y un periódico dice: ‘Película Colombiana Acaba con la industria de flores’. Y ahí si me cayeron con toda»