Capilla Cristo maestro – arquitectura, arte y universidad


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El campus de la Universi­dad Nacional de Colombiaes un flujo de información constante y contingente. Prueba de eso es la multiplicidad de seres humanos que habitan en él, reunidos en condición de es­tudiantes, administrativos o profesores, con diversas edades. Etnias; religiones; condiciones socioeconómicas y sociocul­turales; ideologías políticas; tendencias sexuales; valores éticos y objetivos de vida. Dicha contingencia, vista como trasgresora del tiempo, pa­rece no haber tocado un espacio del campus: la Capilla Univer­sitaria Cristo Maestro. Como en los pueblitos colombianos, todos los días sus campanas anuncian las doce en punto, a modo de llamado para la eucaristía.

Hay varias fuentes que han contado la historia de la Capi­lla Cristo Maestro, así como la vida de las personas que han trasegado a su alrededor (físico y espiritual). Por eso, a conti­nuación hay una breve reseña sobre su arte y arquitectura, su relación con la vida universita­ria y su papel en la actualidad.

Contexto arquitectónico

Los edificios de la Universidad Nacional, tal como hoy la cono­cemos, han pasado por varias etapas de construcción. Antes de poseer la composición actual, la Universidad funcionaba en varios edificios en el centro de la ciudad. En 1935 se le asig­nó este pedacito de Bogotá y empezó la construcción.

El pedagogo Fritz Kartzen y el arquitecto Leopoldo Rother fueron quienes diseñaron el campus que hoy conocemos, ubicado en la Carrera 30 con calle 45 Bogotá, Cundinamarca. Un objeto en la construcción dela Universidad era que todos los edificios estuvieran ubicados equidistantemente para generar una apariencia de equilibrio e igualdad; siguiendo las simbo­logías de la organización, cabe agregar que el anillo vial que rodea el campus tiene forma de búho, animal asociado con la sabiduría y la academia. Las facultades que se construyeron en esta primera etapa fueron: Bellas Artes, Conservatorio de Música, Biblioteca Central, Ingeniería, Laboratorio de Ensayo de Materiales, Derecho, Veterinaria, Cine y Televisión, Ciencias, Estadio Alfonso López(el primero construido en el país), la Concha Acústica, los Edificios Gemelos, ubicados paralelamente: Antonio Na­riño (Lingüística) y Francisco de Paula Santander (Diseño Gráfico), así como los departa­mentos de Lenguas Extranje­ras, Filosofía y Contaduría.

Una segunda etapa deconstrucción, llevada a cabo en las décadas de los cincuenta y sesenta, atropelló el ideal de equidistancia y ya no todas las fachadas eran blancas. En esta etapa se construyeron el Audi­torio León de Greiff, el edificio (ahora museo) Leopoldo Rother, Química, Sociología, Economía, Aulas de Ciencias Humanas y de Ingenierías, Medicina, Odon­tología, Laboratorio de Hidráu­lica, Matemáticas y Física.

El primero de estos edifi­cios, el que atropelló el molde de ‘Ciudad Blanca’ se irguió en1953: una fachada de concreto y piedras, edificación aislada de las demás construcciones, con un campanario en el exterior. Egre­sados de Arquitectura del alma mater, Edgard Burbano (quien diseñó una de las avenidas prin­cipales de Bogotá, la Av. Caracas) y Alberto Iriarte (más conocido como ‘Mefisto’ en el mundo de la pintura, a la que dedicó el resto de su vida) fueron los encargados de llevar a cabo esta obra. Fue la primera capilla en Colombia cuyo interior fue diseñado pensan­do en la comunicación entre el oferente y los asistentes, pues la tradición era que el oferente diera la espalda a quienes lo escuchaban. Se trata, nada más y nada menos, que de la Capi­lla Cristo Maestro, situada en lo que sería el vientre del búho. Hasta estos días no se ha hecho ninguna construcción aledaña, Naturaleza Herida que se realizó en 1994, ubicada enfrente de la capilla (para conocer más sobre esta obra se puede leer Once piedras enigmáticas frente a la Capilla).

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“El templo es lugar de encuentro y reunión de los creyentes, es cátedra de proclamación de la palabra divina para el pueblo de Dios; es casa de oración y reflexión; es el sitio visible del culto y las ceremonias litúrgicas” (Rozo, 1988: p. 16)

El arte en la capilla

El nombre de la capilla se debe al vitral ubicado en la pared ubicada hacia el oriente, obra del pintor francés Paul Boné. Sus símbolos, relativos a la vida y obra de Jesús, en su mayoría de colores oscuros, resaltan la figura de Cristo Maestro, quien se enmarca en potestad. “Además otros signos del día y de la noche, de los tiempos, entran en la composición de este vitral” (Rozo, 1988: p. 19).

Las puertas de la capilla son transparentes, ligando las aulas del alma mater y su espacio ex­terior con la casa de Dios. Para evocar el espacio que ocupaban los catecúmenos (creyentes a la espera de recibir el sacramento del bautizo y empezar su cami­no en la fe católica), se incluyó un espacio introductorio en la capilla. En su piso hay elemen­tos que hacen un preámbulo al sentido religioso del lugar:

Se usaron colores primarios simples: gris, negro, azul y amarillo, combinados en diseños abstractos que representa el espacio infinito, recuerdan tierra, mar y cielo. Dentro de esos elementos apare­cen los símbolos de la Augusta Trinidad, representada en la mano creadora del Padre, la cruz redentora del Hijo; la paloma, figura del espíritu Santo y el Trébol como símbolo sintético de las tres personas. Dentro de todos estos elemen­tos, se mueve la barca, representación de la Iglesia” (Rozo, 1988: p. 18).

Los otros elementos pictóri­cos y escultóricos que se encuen­tran en la capilla revelan parte de la historia del arte nacional. El maestro Miguel Sopó desti­nó tres grandes obras para este edificio. Él ganó el concurso para la realización del frontis de la capilla y también hizo el viacrucis (14 estaciones en bron­ce, que representan la Pasión de Jesucristo hacia el Calvario) y el Cristo crucificado (escultura en bronce, apoyada en madera de eucalipto). Rozo Rincón, en su libro La Iglesia en la Universidad Nacional, hace una reconstruc­ción de la simbología de estas obras. Así pues, nos cuenta que:

El frontis de la capilla representa a Jesucristo resucitado en postura humil­de, de rodillas, para respetar las propor­ciones del lugar, rodeado de los cuatro evangelistas con sus respectivos símbo­los: Mateo, al lado del rostro humano, para recordar el inicio de su evangelio(el origen de Cristo); San Marcos, quien comienza su evangelio con la predi­cación de San Juan Evangelista en el desierto, está al lado del león (animal del desierto); San Lucas, quien inicia su narración con la figura del sacrificio de Zacarías, padre del Bautista, con el símbolo del ternero (animal por exce­lencia de los sacrificios; finalmente san Juan, con el símbolo del águila, animal que se remonta a las alturas, por dar comienzo a sus páginas con la sublime narración de la generación eterna del Verbo Divino. (Rozo, 1988: p. 20).

Para finalizar el conjunto de obras de la capilla, está la ima­gen de la Santísima Virgen, ubi­cada en la entrada de esta, obra del maestro Sergio Trujillo. La imagen, “rodeada de símbolos de las Facultades y del variado saber humano, como otras tan­tas estrellas de la visión bíblica […] recuerda cómo en el regazo de la Santísima Virgen tuvo su Trono el Verbo Divino” (Rozo, 1988: p. 18). Para el padre Rozo Rincón, todos esos símbolos de conocimiento mezclados con la Sabiduría Divina evidencian el diálogo entre la fe y la ciencia.

Iglesia y Universidad

Desde la fundación de la cape­llanía hasta el año 1974, hubo un delegado del Señor Arzobispo en el Consejo Superior Univer­sitario (CSU). Varios directivos de la universidad manifestaron entonces su inconformidad con este hecho, pues dado el carácter estatal, pluralista y no confesional de la Universidad, no veían la necesidad de tener un representante de la iglesia en el CSU y dicho cargo fue eliminado. Si la ciencia y la fe son o no excluyentes entre sí, es un cuestionamiento abierto al lector. Actualmente, la capi­lla cumple una función social dentro del campus, apoyan­do los acompañamientos de Bienestar Universitario y ofre­ciendo una guía espiritual.

La comunidad universitaria mis­ma requiere, más allá de las urgencias académicas, que se establezca en ella un clima propicio para la formación integral del individuo; para el logro de los verdaderos líderes capaces de asimilar y luego promover los valo­res que dan dignidad a la persona humana; para iluminar los cambios de estructuras que llevan a una sociedad más humana y fraterna. (Pág. 66)

Tal parece que es la consigna que hasta hoy lleva por banderola capellanía de la universidad. Sin embargo una investiga­ción sobre si dichos tipos de saberes, el científico y el de la revelación, pueden comulgar, se extendería más allá de una revista. Pero para comenzar, busqué al capellán actual.

Manuel José Jiménez Rodrí­guez lleva 10 años en la Univer­sidad Nacional como capellán. Él cumple dos funciones: 1) acompañar los programas de Bienestar y 2) escuchar a los estudiantes que deseen aproxi­marse. Respecto a la inquietud de la dicotomía fe-ciencia, con­sidera que la relación actual dela Capilla y la Universidad sigue siendo la formación integral del ser humano. La relación que cada estudiante tenga entre su fe y su ciencia es una op­ción abierta para quien quiera explorar su espiritualidad.

Con la Dirección de Bienes­tar se ha establecido una base de diálogo y apoyo para la comuni­dad universitaria; por ejemplo, la capellanía fue la primera de­pendencia en pensar y guiar la semana de inducción. Después, Bienestar Universitario adoptó la iniciativa. Por otro lado el grupo de la pastoral universitaria está enfocado en los estudios teológi­cos más rigurosos. Actualmente hay cuatro grupos que están trabajando en varios proyectos con la capilla, los más destaca­dos son el de acompañamiento a parejas y las conferencias en teología, enfocadas estas últi­mas en pensar la existencia so­bre el contexto colombiano aquí y ahora, etc. La capilla asume una relación de respeto hacia otras religiones presentes en la Universidad Nacional. “Si otras religiones quisieran acercarse a este templo, lo podrían hacer” (Jiménez Rodríguez, comunica­ción personal marzo 22 del 2013).

Si usted en algún momento necesita un silencio inmutable para concentrarse, leer, llorar o dormir, ya sea o no una perso­na religiosa, puede acercarse a conocer este edificio, aunque tal vez se lleve una sorpresa y  a cambio de silencio encuentre un concierto o una obra de teatro.

Capellanes representativos

Camilo Torres Restrepo (1961 ­1964). Un edificio administra­tivo de la Universidad lleva su nombre, y la silueta de su cara está pintada en el frente de la Biblioteca Central. En palabras de Rozo Rincón, “Esta opción en el amor y la ciencia que ha­bía adquirido en su formación sociológica le hicieron compren­der que el servicio a los pobres estaba en lograr el cambio de estructuras existentes, aptas para permitir la opresión y la violencia” (Rozo, 1988: p. 30).

Padre Alfonso Rincón González (1970­1974). En su periodo se conformó la extinta Escuela de Adultos de la Universidad Nacional, para com­pletar la primaria de los traba­jadores de la Universidad que querían validar sus estudios.

Padre Raúl Méndez Munévar

(1970 – 1973), recordado por­que acompañaba las marchas estudiantiles y en una ocasión resultó golpeado por la Policía.

Padre Enrique Pérez Arbeláez

(1936 – 1940). Fundador del Herbario Nacional Colombia­no y profesor honorario dela Universidad Nacional.

Padre Gustavo Huertas González

(1957 – 1980). Fundador del Museo Paleontológico de la Universidad en Villa de Leyva. Allí mismo se encontró el fósil de un gran Cronoplesiosaurio de más de 7 metros de largo.

Monseñor Germán Guzmán Campos

(1961 – 1962). Párroco del Líba­no (Tolima), invitado a hacer un estudio sobre las causas de la violencia por el presidente Alberto Lleras Camargo. Pu­blicó, junto con Fals Borda y Camilo Torres, el controversial libro La violencia en Colombia.

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Detalle frontis. Capilla Cristo Maestro, Universidad Nacional de Colombia. Foto: Catherine Moore Torres

 

Referencias Bibliográficas

Efraín Rozo Rincón. (1988). La Iglesia en la Universidad Nacional. Bogotá: Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional.

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