El rock de los derechos humanos (andante intranquilo)
Dos hechos insólitos ocurrieron en navidad. Los días 23 y 24 de diciembre de 1988 el Canal 13 de televisión transmitió el concierto de rock por los derechos humanos celebrado en el estadio del River Plate, en Argentina, el 15 de octubre del mismo año. Se trató del último concierto de la gira internacional Human Rigths now!, organizada por Amnistía Internacional y célebres roqueros para conmemorar el 40º aniversario de la Declaración universal de los derechos del humanos.
Como una muestra de su «transparencia y apertura», el Estado mexicano permitió la transmisión del concierto realizado a miles de kilómetros cuando negó la autorización para que el mismo concierto se realizara aquí en el país. Habernos impedido ver y escuchar a Sting, Tracy Chapman, Bruce Springsteen y Peter Gabriel en vivo fue una vil gandallada. Pero, evitar el concierto no es suficiente para que el mundo crea que en México se respetan los derechos humanos, ni mucho menos para lograr que dejen de aparecer los datos precisos de algunas de sus principales violaciones en los informes anuales de Amnistía Internacional. En Argentina se violaban los derechos humanos cotidianamente y la dictadura militar derrotada se aferra a negarlo; en México se violan los derechos humanos cotidianamente y la dictadura partidista en decadencia se aferra a negarlo. No es posible callar a la escandalosa realidad desconectando las guitarras.
Lo insólito, por otra parte, fue que la transmisión del concierto estuviera patrocinada por Colgate y sirviera para lanzar su nueva línea de pasta de dientes. No sé si esto es muestra de que el rock es visualmente más atractivo que la música tropical, ranchera, norteña, etc., o es muestra de que este ritmo maligno ha logrado infiltrarse hasta las más altas esferas de las empresas serias. Lo cierto es que Colgate escogió un concierto de rock y no una película, una serie, un partido de «fut» o una pelea de box para sus fines comerciales, y no escogió cualquier concierto, sino uno por los derechos humanos (con lo que seguramente obtuvo una buena cantidad de sonrisas aprobatorias listas a cepillarse con su pasta) y que reunía por primera vez a músicos de indiscutible calidad. Parte de estas imágenes bizarras eran los comerciales con los que se interrumpía el concierto para dar paso a los dos conductores del canal que cotorreaban sobre los comerciales filmados del producto, hablaban de sus cualidades y leían partes de la declaración de los derechos del hombre.
Hay quienes opinan que esos conciertos no son más que inútiles y demagógicos golpes de pecho. Creo que Sting fue sumamente claro y certero cuando anunciaron a la prensa la gira. Dijo que el objetivo no era pelear por que se respeten los derechos humanos o movilizar para la aparición de presos políticos y desaparecidos, sino que era más modesto: tratar de que se sepa que existen derechos humanos y que no son respetados, a pesar de que hace 40 años la mayoría de las naciones del mundo juraron por escrito respetarlos.
Y hablando de Sting y Argentina no podemos pasar por alto algo, que hace unos 15 años habría sido visto con desconfianza: Mercedes Sosa, la figura femenina de mayor peso en la canción política latinoamericana incluyó en su repertorio una rola de Sting traducida al español «They dance alone», dedicada a las madres chilenas.