El secreto


 

El secreto, ladrón enmascarado,
huye anhelando oídos sordos.
–Hay más sordos de los que esperaba –
(se murmura para sus adentros),
pero son más los mudos:
henchidos con la voz en la garganta.
Para salir del encierro gutural,
el secreto carcome a su portador.
Un caso archivado que, por robar silencios,
se le concede una condena bajo la mesa.
Frente a los testigos, caminantes de pasillo,
el juez lee una página en blanco.
El secreto, cadáver amortajado,
no se publica en las planas de los más ávidos periódicos.
A pesar de su desaparición,
los tirajes amarillistas no registran la foto donde no aparece.

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