Adrian Cussins: travesías de un pensador
«Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas »
Hipólito Taine
En 1741, las tropas del Reino de Gran Bretaña y el Reino de España se enfrentaban en la Guerra del Asiento por la consolidación de la presencia de las colonias en el Caribe. Los ingleses pretendían atacar el puerto más importante del virreinato español, instaurado en Cartagena, con la mayor cantidad de material bélico empleado en las guerras americanas; mientras la tropa española disponía tan solo de unos pocos soldados y seis naves para su defensa. Sin embargo, el plan británico fue descubierto a tiempo por los hispanos quienes supieron valerse de los recursos que disponían a mano. Así fue como el banco de arena que bloqueaba el acceso al canal de Bocagrande tuvo un rol definitivo para el resultado final de la disputa, obligando a que varios barcos enemigos tuvieran que desviarse hacia el canal de Bocachica donde fueron finalmente atacados hasta obtener la victoria de la Corona Española. Poco tiempo después la Corte ordenó fortalecer el dique que otorgó el triunfo para mantener el puerto cartagenero a salvo de cualquier otro intento de invasión.
Fotografía: Adrian Cussins
Siglos después, otro inglés arribaba a la misma costa aunque esta vez para ser conquistado por esas tierras. Adrian Cussins domaba el timón de Haecceia, su velero, mientras el mar colombiano le daba la bienvenida en medio de una brisa agitadora que estremecía aún más el encuentro de olas. Llevaba ya varios días sin conciliar sueño. Poco a poco una enorme emoción colmaba su alma, la ciudad se desnudaba hermosa ante sus ojos tras el canal de Bocagrande. Los otros navíos que llegaban se desviaban hacia otro rumbo y Cussins, conmovido por la belleza, movido por el cansancio, seguía directo por aquel canal para alcanzar tierra firme sin saber que los años conservaban bajo el mar el dique que retuvo a sus ancestros.
Imágenes
La aventura comenzó mucho tiempo atrás con una imagen. En su infancia, se había visto a sí mismo dentro de un barco dotado de libros por todas partes. El origen de aquella visión era casi un misterio. Nunca tuvo ninguna relación con navíos y su vida había transcurrido, hasta entonces, en ciudades al interior de Inglaterra. Con el paso de los años a esa revelación se sumaron otras, pero quizá una de las más fuertes consistía en imaginarse a sí mismo escribiendo filosofía en esa oficina flotante. No había un plan. Tenía ante sí ese par de imágenes en todo sentido más poderosas que un proyecto de vida, aunque a primera vista un poco lejanas e irrealizables. Sin embargo, supo conectarlas a través de sí mismo, de conjugar la potencia de sus deseos y acciones; y, cuando ya era un hombre maduro, mandó construir un velero, fijó en él con firmeza sus libros y se preparó para entregarse al mar viviendo su filosofía.
Emprender la travesía planteaba múltiples retos.
El primer problema que tuve era que en realidad yo no sabía cómo navegar. Pensé que sí. Tenía esa vaga impresión de mí como un niño en el mástil, en lo alto del barco. Y esa era la única experiencia que poseía. Cuando intenté navegar me pareció absurdo. No sabía cómo moverme hacia adelante, cómo debía salir… Y finalmente pude. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)
Un presagio de nuevos descubrimientos y experiencias se abría. Para cruzar el Atlántico había acordado zarpar en compañía de dos grandes amigos suyos. Uno de ellos trabajaba en una constructora de casas pero se vio implicado en una disputa judicial con un cliente, lo que le impidió viajar. El otro amigo era un escritor de obras de teatro que se autosostenía diseñando páginas web y, justo antes de salir, una compañía de Los Ángeles lo contrató para hacer un montaje teatral así que tampoco lo acompañó en el viaje.
Entonces, a pesar de que no hablaba español, Cussins decidió quedarse un tiempo en la Marina de Barcelona donde cada mañana se despertaba mirando a través de la ventana hacia una estatua de Colón que apuntaba con su dedo al Nuevo Mundo.
Pensé: ¡es allá!… Una noche después de que mi segundo amigo llamó para decir que no podía viajar, salí a un bar. Estuve hablando con cualquier persona que pudiera escucharme. Buscaba alguien que quisiera ser mi acompañante. Conocí a un hombre que se llamaba Bill, le pregunté qué tanta experiencia tenía en la navegación y me respondió que nunca había navegado en su vida. Pero el hombre me agradó y lo cité para hablar al siguiente día en la bahía, pensando que probablemente no llegaría y fue. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)
Cussins y Bill conversaron durante largo rato. Antes de iniciar el viaje de manera oficial, tenían que embarcase hacia Antigua para que Bill se despidiera de su esposa y su hija. Sin imaginar la forma como ese episodio marcaría la relación entre Cussins y la esposa de su nuevo compañero de viaje. El aeropuerto, ubicado cerca de la costa, era el punto de encuentro acordado. El velero no podía entrar mucho en la zona por lo que anclaron a una distancia prudente y Bill bajó a despedirse en una lancha inflable con un motor de dos tiempos y equipado con un radio. Llamó para avisar que volvería a las 9:00 pm y Cussins tomó la medida de un grado de su brújula para moverse un rato durante la espera. Hasta que por fin la hora acordada se estaba aproximando. A las 8:45 de la noche, el viento empezaba a soplar con fuerza, la oscuridad cubría la superficie marina y, cuando el filósofo volvía sobre el camino, colisionó contra un arrecife de superficie puntiaguda.
Entonces, tomé un remo de madera para hacer palanca y salir del arrecife, pero por más y más fuerza que hacía seguía atascado. El remo se rompió en dos. Había empezado a llover, la corriente de viento se intensificaba. Era un poco absurdo. No empezaba a cruzar el Atlántico y permanecía ahí atascado cerca de la costa. Entonces hice lo que sentí que tenía que hacer. Salí al arrecife e intenté empujar el velero hasta sacarlo. No llevaba zapatos, andaba en pantaloneta y camiseta. Sabía que si bajaba me iba a cortar los pies, pero no encontraba mejor forma de liberarme y llegar allá pronto. Logré librarme del atasco, mis piernas estaban laceradas hasta las rodillas. Llegue a la costa y ahí esperaba Bill con su familia y sus elegantes maletas españolas. La imagen ante los ojos de la esposa de Bill era de un lugar desolado, con mal viento, oscuro, y yo aproximándome en el barco con los pies sangrantes. ¡Qué tipo de hombre se llevaría a su esposo!
Ella tenía la boca totalmente abierta. Pusieron todo en la lancha y yo acudí con todos los elementos necesarios para ayudarle a Bill a volver a la embarcación. Las olas se elevaban a gran altura, el agua entraba a la lancha, las maletas comenzaron a mojarse poniéndose cada vez más pesadas. Llegamos a un punto en que no avanzábamos, sino que comenzábamos a hundirnos. Así que Bill intentaba sacar el agua lo más rápido que podía y en el apuro arrancó la manguera de la gasolina. El motor se llenó de agua y se apagó. Entonces dijo: «no hay problema, aún tenemos los remos». Y lo que estaba en nuestro poder eran esos pedazos de madera. Nos invadió un mal estado de ánimo, pero llegamos. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)
Fotografía: Alejandra Cevallos
El tránsito y el arribo a Colombia
La primera parte del recorrido tuvo por rumbo la costa holandesa y las islas próximas a ella. El objetivo era atravesar el Atlántico hasta llegar a América. Dentro del itinerario, Haecceia pasó por algunos puertos norteamericanos. Su vela púrpura con rosa aspiraba a alcanzar como destino último el canal de Panamá y permanecer en aquel puerto.
Pero siempre ocurrían todo tipo de problemas. Ahora aparecía en mi mente otra imagen en la que buscaba una isla en el Pacífico, una que no tuviera nada, una isla abandonada donde yo pudiera anclar cerca y permanecer un tiempo en ella. Entonces necesitaba pasar por Panamá, pero antes decidí hacer una parada en Cartagena. La idea era simplemente estar unos días ahí, anclar el velero y luego seguir. Nunca tuve la idea de quedarme y en el fondo no sé exactamente por qué lo hice. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)
Dos acompañantes de travesía permanecieron por prolongado tiempo habitando el velero mientras lidiaban con el mareo, las dificultades para moverse y la potencia de las mareas. Amotinados contra el Capitán decidieron desistir de la misión y volver a tierra estable. Después de dejarlos, Cussins se entregó a su tarea. Las corrientes próximas a la Costa Caribe colombiana reflejaban las olas provenientes de Europa y el acceso a la rivera era casi inalcanzable. Cuando se aproximaba al puerto caribeño por Bocagrande, hacia la puerta en la que sus ancestros abrazaron la derrota, Cussins advirtió una señal de peligro, maniobró con destreza el timón del velero y entró triunfante por Bocachica como los otros marinos. No pasó mucho tiempo desde que ancló su barco para salir a caminar y enamorarse profundamente de estas tierras.
Cuando uno llega a un lugar nuevo sin conocer el idioma, normalmente puede interpretar la idea de lo que están diciéndole viendo los gestos, en Colombia no. Había cosas que podía adivinar pero eran más con las que sentía que no había una relación entre los gestos y las palabras. También a veces creo que aquí los colores de la vida son más vivos. En algún momento pensé: aquí hay algo raro, llegué en un barco, he pasado por varias situaciones y ahora me quedo acá, es extraño. Hasta que, rememorando las historias de mis antepasados, recordé que los padres de mi papá vivieron en Rusia, en el periodo de la persecución antisemita. Ellos tuvieron que salir repentinamente en un barco. No importaba qué barco era, ni por donde fuera. Creyeron que este llegaría a América pero en realidad llegó a la costa oriental de Inglaterra y les pareció mejor. Empezaron a vivir allá solo porque ahí llegó el barco. Creo que hubo un eco de esa historia en mí, hay un reflejo de esa aventura en mi vida, aunque en circunstancias distintas. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)
Y quizá parte del embrujo que ha mantenido a Cussins en el país está justamente en eso, no hay un único motivo firme para permanecer acá. Una de las razones que lo inspiraron a abandonar su patria era la determinación absoluta en la que se sentía inmerso: dueño de ciertos derechos y deberes, de alguna parte del territorio, con posibilidades de iniciar solo tales o cuales empresas estaba encerrado dentro de oportunidades finitas. Ante sus ojos Colombia se dibujaba libre en ese sentido, indeterminada. Todas las opciones se abrían frente a él con una magia absorbente, con un encanto delirante. La inagotable versatilidad de su carácter siempre lo hizo sentirse un extranjero en su país de nacimiento, en su familia. El viaje, con la suma de todos los eventos que trascurrieron, generó una trasformación que apoyó en gran medida todo ese sentimiento y reafirmó el soporte de su filosofía.
Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia
Sorprendido por Colombia y después de permanecer algún tiempo en Cartagena, la curiosidad de Cussins lo condujo a desear explorar mucho más el país. No conocía a nadie, no hablaba el idioma, no tenía trabajo. Tomó un avión hacia Bogotá y decidió hospedarse en zonas aledañas a la Universidad Javeriana. La fuerza del azar echó sus dados. En ese momento, la Javeriana estaba organizando un congreso de filosofía al que el inglés asistió, pero no entendió mucho. Le resultaba asombroso que terminado el congreso sus colegas salieran a cerrar las charlas bailando salsa en cualquier discoteca. En los congresos donde había participado, los cierres eran diferentes, la gente simplemente se marchaba.
Al poco tiempo la universidad privada abrió convocatorias docentes. Se postuló e ingresó de inmediato a las aulas. La oportunidad para él consistía en aprender el idioma, la realidad, en aferrarse más a esta tierra. En la Javeriana todos eran muy amables con él, todos hablaban su idioma para lograr comunicarse, salvo una colega. Durante largo tiempo lo interrogaba sobre las razones que lo condujeron a quedarse acá. Día a día Cussins inventaba respuestas nuevas, encontraba razones nuevas, solo hasta que confesó que se había tratado de un error de navegación ella no dejó de interrogarle. Pasado un tiempo a Cussins dejó de agradarle la universidad, algunas de sus políticas. El departamento de la Universidad Nacional de Colombia abrió convocatoria.
Cuando supe que el Departamento de Filosofía estaba buscando a alguien me gustó mucho la idea. Me llamaba la atención lo que ahí se hacía. Estar en la Nacional era algo muy diferente. Disfruto de ir allí, los estudiantes hablan, todos están haciendo algo distinto en el departamento. Me atrajo bastante el hecho de que fuera una universidad pública. Hay más de Colombia en la Universidad Nacional. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)
Compartir con pares investigadores, ver constantemente la diversidad étnica, cultural e intelectual del país es un atractivo importante. También las manifestaciones de libertad, las voces de cambio, la Nacional es una pequeña Colombia a la que se puede acceder fácilmente.
Transición
Pero más allá del descubrimiento y la aventura, el viaje fue un evento transformador.
Lo más extraordinario de todo era ponerme a mí mismo en una situación en la que no me alejaba mucho de sentirme como bebé. En diferentes circunstancias me encontraba en un estado de no saber nada o muy poco sobre ciertas cosas. Probablemente en lo primero que uno piensa es en la dificultad de aprender a navegar, pero también necesitaba aprender a caminar. Cuando todo está en movimiento caminar es algo realmente incómodo. Tuve que ingeniármelas para poder cocinar, aprender a dormir y hacer otras cosas básicas como comer. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014).
La ruptura, el cambio, la novedad, ser extranjero son sensaciones que en Cussins contribuyeron significativamente en el cultivo de su ser, de esa personalidad llamativa, del genio de su mente. Tanto en el barco como en tierra colombiana el resurgimiento del estado de infancia lo devolvieron a esa nada, indeterminada y moldeable dotada de una potencia infinita para proyectarse y construirse frente a otro. En Colombia, la lengua, la gente, la propia forma de filosofar volvían a adquirir un carácter novedoso ahí donde todo parece que ya está sentado, acabado para siempre. A través de su experiencia se refleja el distanciamiento de esa concepción, la aplicabilidad y las consecuencias de abrirse a un todo nuevo. Unificó un grupo de elementos diferentes que lo hicieron vivir su filosofía que, ante los ojos de sus estudiantes, lo dibujan como filosofía misma. El viaje fue la forma práctica de volver a la filosofía como forma de vida.
Bibliografía
Vargas Martínez, Gustavo. (1934). Vernon en Cartagena, 1741: nuevos datos sobre su derrota. Banco de la República. Recuperado el 22 de febrero de 2014 de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/mayo1997/may973.htm
Marco Doria, Enrique. (1998). Cartagena de Indias: puerto y plaza fuerte. El dique de Bocagrande. Recuperado el 22 de febrero de 2014 de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/cartage/cartage7.htm