El 8 de diciembre de 1980 estábamos en Santa Catarina Juquila, centro de la región Chatina de Oaxaca, a la que habíamos llegado a principios de ese año. Teníamos el interés de ver el desarrollo de la principal fiesta católica del estado, que tiene lugar en esa población en honor de la virgen de la Concepción.
Todos los asistentes se convierten durante el período de la fiesta en consumidores potenciales de los distintos productos y servicios que se ofrecen y el hecho de que nosotros, el Cu y yo, nos dedicáramos sólo a observar, captar imágenes de lo insólito y no consumir, hacía incómoda e incluso molesta muestra presencia no tanto a los peregrinos sino a los mercaderes locales que ya nos conocían y notaban nuestro asombro al ver el desorbitado aumento en el precio de las cosas.
Por otra parte, veíamos escenas que sacudían nuestra idea de lo real: un chavo durmiendo acostado en el asiento de su motocicleta, cientos de ciclistas poblanos circulando día y noche por los más de 100 kilómetros de terracería y brecha serrana; una peregrinación de cuatro gentes de las cuales dos cargaban en hombros una batería de coche, otro cargaba un altavoz y al frente iba una señora rezando por micrófono a todo volumen; un centro de prostitución instalado a un lado del Palacio Municipal que está junto a la iglesia y cuyas paredes divisorias era cobijas colgadas, limosneros llegados de otros estados y sobre todo gentes, caca y coches invadiendo por todos lados a este pueblo de 5000 habitantes.
De pronto, alguien nos dijo: «mataron a los Beatles». Aquello sonó tan irreal en aquel contexto que pensamos: «estos gandallas se cansaron de nuestra irreverencia antropológica y se quieren desquitar agrediendo a nuestros nahuales para arrebatarnos la vida», después creímos que era una broma ácida propia del ambiente carnavalesco. Al día siguiente supimos que John Lennon había sido asesinado. Miles de gentes nos rodeaban, pero andaban en otra onda y seguramente la mayoría no tenía la menor idea de la magnitud de la tragedia, mucho menos en aquel lugar violento.
Así, de la manera más seca, nos encontramos de frente con la terrible realidad: una parte de nuestra juventud había sido acribillada; los grandes rocanroleros habían ido a buscar la muerte en pesados viajes intoxicantes y ahora la muerte enviaba a sus emisarios, y al mismo tiempo tuvimos conciencia del tiempo: John Lennon tenía 40 años, el tiempo había pasado en él y también en nosotros.
The Beatles fueron el común denominador de nuestras generaciones, crecimos con ellos y eran una fuente masiva de rebeldía, aunque sólo de rebeldía musical contra la música y los gustos y usos musicales de los rucos. La gran mayoría de nosotros no entendía el inglés, por lo que la belleza de las letras y sus contenidos o mensajes no llegaron más que a unos cuantos. De cualquier manera, su rock nunca fue subterráneo, no pudo o no quiso serlo, y por ello no participaban en el combativo mundo del rock clandestino. Pero a pesar de que su música haya sido arrebatada desde sus inicios por el huracán del comercio, no perdió su calidad, que se mantuvo en constante ascenso, sus rolas no fueron convertidas artificialmente en éxitos pues la calidad y originalidad estaban presentes.
La inesperada separación de The Beatles en 1970, permitió comprobar y gozar la calidad de John Lennon como compositor e intérprete («Cantautor», según el término promovido por conocidos y funestos «compra-vendedores» de dignidad y conciencia). Su capacidad creativa quedó fuera de dudas con rolas como Imagine, Oh my love, Mother, Love, Give peace a chance, etc., pero hay una faceta que no se ha destacado suficientemente y que es su música de contenido político. John Lennon no es sólo paz, amor, Yoko, cotorreos y utopías; tiene también una idea de lo político que no se reduce a rolas evidentes como Power to the people o Working class hero. Hay una canción que ilustra no sólo su idea sino también su capacidad literaria para plantear esa idea, que lanza enmarcada en una música agresiva; me refiero a Gimme some truth.
Gimme Some Truth
John Lennon
I’m sick and tired of hearing things
From uptight, short-sighted, narrow-minded hypocritics
All I want is the truth
Just gimme some truth
Ive had enough of reading things
By neurotic, psychotic, pig-headed politicians
All I want is the truth
Just gimme some truth
No short-haired, yellow-bellied, son of tricky dicky
Is gonna mother hubbard soft soap me
With just a pocketful of hope
Money for dope
Money for rope
No short-haired, yellow-bellied, son of tricky dicky
Is gonna mother hubbard soft soap me
With just a pocketful of soap
Money for dope
Money for rope
I’m sick to death of seeing things
From tight-lipped, condescending, mamas little chauvinists
All I want is the truth
Just gimme some truth now
I’ve had enough of watching scenes
Of schizophrenic, ego-centric, paranoiac, prima-donnas
All I want is the truth now
Just gimme some truth
No short-haired, yellow-bellied, son of tricky dicky
Is gonna mother hubbard soft soap me
With just a pocketful of soap
Its money for dope
Money for rope
Ah, I’m sick and tired of hearing things
From uptight, short-sighted, narrow-minded hypocrites
All I want is the truth now
Just gimme some truth now
Ive had enough of reading things
By neurotic, psychotic, pig-headed politicians
All I want is the truth now
Just gimme some truth now
All I want is the truth now
Just gimme some truth now
All I want is the truth
Just gimme some truth
All I want is the truth
Just gimme some truth
Estoy tentado a creer que John Lennon nunca dejó de apreciar la música y el estilo de los Stones, y la letra de esta canción, que pareciera escrita por Mick Jagger, podría confirmarlo. Se trata de una letra escrita en caló, con juegos de palabras e ideas tan inteligentes como difíciles de traducir y que provocaron la carcajada aprobatoria de Don Rex y de Paola cuando corrigieron la traducción. Bastan dos ejemplos: como sinónimo de «hijo de perra» dice «hijo del tramposo Dicky» en clara alusión a Richard Nixon, y recurre a la figura de «Mamá Hubbard», personaje común en los versos burlescos contra la realeza inglesa.
Por otra parte, si alguien se atreviera a reunir a los jóvenes rockeros mexicanos en una consulta pública sobre su opinión y visión de lo político, seguramente esta letra estaría en el centro de la expresión de su, cada vez menos desorganizado, deseo de sacudirse lo indeseable.
A 36 años del asesinato de ese brillante músico popular, y a unos cuantos días de haber presenciado por televisión el asesinato de la voluntad popular, recordamos a John Lennon escupiendo sin tapujos ni concesiones a la burocracia política y a la sociedad que la tolera.