El tren de la locura
El vagón del destino rueda veloz.
Figuras prematuras ocupan sus asientos
de donde toman segundos enajenados
con los que alimentan su angustia.
El horizonte oscuro de la desesperación
ilumina las planicies de su universo
y en su cerebro
aires de tormenta
que cual vendaval humano,
azotan las carnes y los pensamientos
contra los arrecifes del tiempo.
Y de estos seres
concebidos en el fuego del desierto
sólo queda:
El rayo de luz encendido,
el verbo atrapado,
la nota musical fugitiva,
el delirio de una figura encantada
en las páginas del recuerdo.
Floralba la Enfermera
Y en el nido
las cenizas de un sueño.
Durante dos largos años
me miré en la selva profunda
de sus ojos verdes,
desde la barrera del pupitre
que nos enseñaba a comportarnos
como dos pequeños domesticados,
en la esquina del patio
donde solíamos encontrarnos,
también bajo la luna
que nos mostraba sus titilantes encantos.
Siempre frente a frente
como dos apasionados humanos.
Así un día cualquiera
los destellos de sus pupilas
no alumbraron mi horizonte,
me quede atrapado entre la selva negra
de aquella mirada triste,
sin sol alguno para la fotosíntesis
de nuestras plantas muertas
en el jardín de Eros.