Promoción de la lectura


Si la lengua como herramienta comunicativa, está articulada en un sistema de signos orales, también debe estar codificada en ideas escritas, disientes, y desde luego a partir de la praxis actitudinal o mejor de los contextos.

Para promover al estudiante en la lectura, se debe partir del análisis de los ciclos del proceso lector; la importancia de los elementos del texto y la pregunta en la lectura, siguiendo con los tipos de lectura (analítica, científica, informativa, creativa y literaria).

Se estima necesario que para encarretar al estudiante en el campo literario, es fundamental retomar aquella tradición oral, perdida desde niño e invitarlo a la lectura, seleccionándoles obras y lo mejor, presentando de ellas una buena reseña; ubicándolos en la historia de acuerdo a la escuela, género y época, y haciéndole saber

que la literatura propiamente dicha se refiere a textos escritos con carácter estilístico y artístico, los cuales deben estar orientados a deleitar al lector, más que informarlo.

Lo anterior es lo que los especialistas llaman lenguaje connotativo, por cuanto apela al empleo de palabras que pueden perder su sentido de diccionario para asumir un sentido circunstancial que le da el escritor.

Un ejemplo claro es el poema de NERUDA, cuyo título es “Agua tranquila” y su contenido plasmado en dos versos así.

Déjame saltar al agua Para subir al cielo. En efecto, el lector percibe que los cristales húmedos fotocopian el firmamento con su manto gris y el espectador baña su silueta en la tranquilidad del agua despierta. Si llevamos al lector a la tienda de los libros para que recorra paso a paso las piedras literales que forjan los caminos en componentes ideológicos a través de la historia obtendríamos poseedores de la lengua y de la literatura. ¿Qué habría pasado con GABO sino hubiese desempedrado el sendero literario que plasmo su abuela en tantos años de historia? O mejor si Rivera no obras clásicas e inmortales (La Divina Comedia, La Eneida, las obras de Melesigenes, e inclusive la tragedia del Triplómeno) y así estampar con letras de oro su novela telúrica y un compendio de sonetos bucólicos.

Un docente debe ser promotor de géneros literarios y andar armado con un escudo de entusiasmo y una espada lúdica y por qué no llevar un “carcaj” de ilusiones y un arco con flechas de ideas y así dormitar a sus oyentes lectores. Si recurre a estas estrategias, el universo estará en manos del lector y el tiempo será corto y delicioso, y es más, vivido y degustado como en las Mil y una Noches por el rey Sheriar y su amante Scherezada.

Si existe un vendedor de especies o un cantador de serpientes, por qué no un promotor a la lectura y a la literatura y que por medio de truculentas narraciones induzca a descifrar los enigmas de la literatura y un legado de historia en los diferentes contextos; los cuales no deben estar ocultos a la existencia del hombre; si esto se cumple, no habrán frases desafiantes como la de Álvaro Mutis: “Los mejores días de mi vida, los perdí en la escuela” o aquella idea parafraseada por Gabo en su obra vivir para contarla y del autor Nóbel de 1925

George Bernard Shaw, “Tuve que interrumpir mi trabajo para ir a la escuela”. Para que lo anterior no ocurra debemos ser gigantes devoradores de textos, maestros conductores del proceso lector y así, poder asesorar a nuestros estudiantes en toda la información que brinda y necesita la enseñanza aprendizaje, no solo en la literatura, sino en todas las ciencias que nos acompañan y nos sostienen.

Si cada ser tiene su propia historia, por qué no leer la de los demás y así daremos más sentido a la nuestra, un ejemplo más claro es comprender a Rulfo Vizcaíno cuando leyó Hambre, del Nóbel Knut Humsun y dijo: esto si es literatura, por lo tanto con esta ideología pudo plasmar su Pedro en el páramo de Comala.

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