Los carnavales universitarios durante las décadas de los años 20 y 30 fueron un grandioso acontecimiento que no sólo involucró a la comunidad estudiantil, sino que movilizaba a la ciudad de Bogotá en torno a las celebraciones típicas del mes de septiembre. Parte importante del carnaval fue la elección de las reinas, quienes eran escogidas por los estudiantes para que los representaran. Las afortunadas se convertían en el centro de atención haciéndose acreedoras de numerosos homenajes.
Uno de los más llamativos y simpáticos homenajes consistían en convertirse en la inspiración de compositores profesionales y aficionados colombianos, quienes escribían sentidas piezas musicales, aires típicos de la época, las cuales llevaban con frecuencia los nombres de las soberanas. Otras composiciones no se dedicaron explícitamente a las beldades, pero aludían directamente al carnaval, y se enmarcaban en el ambiente de celebración de esta festividad.
El contexto histórico y social
El período en el cual se desarrollaron los primeros carnavales estudiantiles, entre 1922 y 1934, fue de grandes cambios para la política y la sociedad colombiana. A comienzos de los años 20 las contiendas políticas bipartidistas habían logrado apaciguarse, con la participación de los liberales en el Congreso y otras instituciones estatales, cobijados por gobiernos conservadores, dentro de una hegemonía que conocería su fin en 1930, con la victoria electoral de Enrique Olaya Herrera (Abel, 1996: 46).
En el campo económico, las exportaciones tuvieron éxito y en un claro intento de integrar la economía nacional dentro de los flujos mundiales se desarrollaron de manera acelerada los transportes. Así, los ferrocarriles iniciaron su desarrollo, se implementó el uso, lento pero inexorable, de automóviles, se construyeron carreteras y se dieron los primeros vuelos de avión (Abel, 1996: 47).
El carnaval estudiantil logró enmarcarse en un ambiente de amplio apoyo popular, pese a las diversas polémicas que encontró la idea de realizar este tipo de festividad en una ciudad como Bogotá, que no tenía una tradición de celebraciones multitudinarias. Las boletas se agotaban con prontitud, y a pesar de las restricciones buena parte de la ciudad se avocaba a la fiesta (González Pérez, 2005: 128 – 129). Con el tiempo, sin embargo, surgieron graves tensiones de tipo social, y el carnaval fue considerado como una celebración elitista, a fueron publicadas en este diario, junto a muchas otras que conformaron la Colección Mundo al día, verdadero testimonio de una era en la historia musical colombiana. Este informativo constituyó en su tiempo una verdadera innovación a la hora de hacer prensa. En sus páginas era posible hallar diversas secciones, dedicadas a numerosos temas de actualidad, y en general a los acontecimientos más recientes. Las partituras publicadas en el periódico evidencian, ante todo, un alto interés por promover una manifestación musical que pudiera defenderse como nacional (Cortés Polanía, 2004: 36).
El contexto estético y las composiciones del carnaval
La música colombiana de la primera mitad del siglo XX se hallaba fuertemente impregnada por tendencias estéticas nacionalistas. Los estilos personales de los autores se caracterizaban, entonces, por una limitación en sus composiciones, excesivamente tradicionales y repetitivas. Las piezas que los artistas colombianos producían estaban marcadas por el romanticismo y constituían melodías sencillas pero hermosas, que aludían sobre todo a los afectos y a los sentimientos (Duque, s.d.:32). Este nacionalismo hizo que creciera, además, la separación entre lo tradicional y lo académico, y que se abusara de la adaptación de los ritmos populares colombianos a los instrumentos y las formas musicales europeas. De cualquier modo se seguía haciendo uso de los instrumentos tradicionales (la bandola, el tiple y la guitarra) y las asociaciones como la estudiantina y la banda (Duque, s.d., pág. 32).
La primera partitura que se publicó completa en el informativo fue, precisamente, ‘‘El himno del Carnaval’’, obra de la señorita H. L. Uribe, una de las once mujeres que hallaron espacio dentro de la publicación (Cortés Polanía, 2004: 83). La partitura acompañaba, en este caso, la información sobre las actividades del carnaval de 1924. En 1925 se publicarían las piezas ‘‘Emilia I’’, dedicada a la señorita Emilia Nieto, reina del carnaval estudiantil de ese año y ‘‘El himno del estudiante’’, también alusivas a las fiestas estudiantiles.
Para 1926, las partituras publicadas empezaron a responder a otros criterios de publicación, puesto que se puso de relieve su valor estético e importancia artística, y se prestó mayor atención al trabajo editorial de las piezas. Bajo estas nuevas directrices se publicaron diecinueve piezas alusivas a las reinas del carnaval o a las festividades del mismo (Cortés Polanía, 2004, pág. 37).
Los ritmos en los que se hallaban compuestas las piezas eran aquellos aires foráneos en boga durante la época (el tango, la milonga, el rag – time, el two – step) y otros que de mucho tiempo atrás hacían carrera en la música colombiana, como el pasillo, en distintas variaciones. Parece risible que se incluyeran ritmos de inspiración norteamericana y argentina en una colección que buscaba mostrar y proteger la denominada música nacional, pero lo cierto es que el tango, por una parte, gozaba de gran popularidad entre el público y los músicos, haciéndolo frecuentemente parte de sus repertorios durante los años 20, por lo cual fue aceptado sin problema dentro de la selección.
Los aires norteamericanos de inspiración negra, por otra parte, se opusieron de cierto modo a los ritmos tradicionales, y se asociaron a nuevas formas de vida y a los nuevos adelantos de esta época. A pesar de generar alguna controversia, debido a lo atrevido de sus movimientos, las nuevas tonadas lograron también imponerse en todas las esferas sociales (Cortés Polanía, 2004: 140).
Las composiciones relacionadas con el carnaval que se lograron hallar en el periódico son las siguientes:
1. “Himno del Carnaval” -H. L Uribe y Jaime Robledo, Septiembre de 1924
2.“Emilia I” -Alberto Collins, Tango, Septiembre de 1925
3.“Emilia II” -Alberto Urdaneta, Marcha triunfal, Julio de 1926)
4.“Olga I” -Francisco Cristancho, Tango – milonga, Marzo de 1928
5.“Reina Mora” -Alberto Urdaneta, Danza para piano, Junio de 1928
6.“Beatriz” -Gustavo Acosta, Tango para piano, Junio de 1928
7. “Himno a la bandera” -Alejandro Wills y Diego Uribe, Agosto de 1928
8.“Inesita” -Jerónimo Velasco, Pasillo para piano, Septiembre de 1928
9.“Su Majestad” -Lucho Bermúdez, Pasillo para piano, Enero de 1929
10.“Teresita” -Fortunato Beleño, Pasillo sentimental para piano. Abril de 1929
11.“Loco Carnaval” -Guillermo Quevedo, Pasillo fiesterito y de bola a bola, Julio de 1929
12.“‘Inspiración” -Carlos Escamilla, Pasillo para piano, Septiembre de 1929
13.“Ofrenda Real” -Rafael Vélez, Two-step para canto y piano, Septiembre de 1929
14.“‘Cecilia” -Juan Salas, Rag-time para piano, Septiembre de 1929
15.“Maria Teresa I” -Marcel DaCapo, Carnavalesca para piano, Octubre de 1929
16. “María Teresa” -Benjamín Romero Santos, Danza – tango para piano, Noviembre de 1929
17.“Carnavalesco” -Emiliano Gonzalez, Pasillo colombiano, Julio de 1930
18.“Olga Cecilia” -Humberto Gomez, Pasillo colombiano, Noviembre de 1930
19.“Teresita” -Luis A. Calvo, valse para piano, Abril de 1931
La música del Carnaval no se limitó, en modo alguno, a estas pocas composiciones. A los festejos en las calles los acompañaban las murgas, que interpretaban los ritmos que se hallaran en boga, como los pasillos, las marchas, los foxes y los bambucos. A las reinas, además, se les homenajeaba con sentidas serenatas (González Pérez, 2005:123 – 124).
Los músicos y compositores
Entre los compositores de las piezas es posible hallar algunas de las figuras más reconocidas dentro del ámbito musical y cultural colombiano, como Luis A. Calvo, Jerónimo Velasco, Guillermo Quevedo y Lucho Bermúdez. Jaime Cortes Polanía, en su libro La música nacional en la colección Mundo al Día es quien ha estudiado de manera más profunda a los autores, y de su obra tomamos algunos apartes de la siguiente información.
Guillermo Quevedo actuó como director de la página musical del periódico Mundo al Día, e impulsó diferentes actividades musicales en varias ciudades del país. A pesar de no contar con una formación estrictamente profesional en el campo de la música, gozaba de una gran reputación entre sus contemporáneos (Cortés Polanía, 2004: 87).
Luis A. Calvo disfrutó y disfruta aún de un lugar destacado dentro de la música nacional, gracias a su capacidad de trabajo y la calidad de sus obras. A pesar de haber enfrentado duros contratiempos durante su vida, expresó a través de su música un gran talento, logrando componer una amplia variedad de piezas de corte sencillo y romántico (Cortés Polanía, 2004: 90).
Jerónimo Velasco, por su parte, destacó en diversos campos del quehacer musical: composición, arreglos, interpretación de instrumentos y la dirección de conjuntos. Ejerció también como maestro en el Conservatorio Nacional (Cortés Polanía, 2004, pág. 90), y se hizo partícipe del fenómeno de las estudiantinas, modelo que se había nacionalizado para comienzos del siglo XX, a la cabeza de la estudiantina Ecos de Colombia (Marulanda Morales, 1990:533). Mantuvo también estrechas relaciones con algunos de los músicos más preeminentes de su época, y creó junto con Emilio Murillo el grupo Arpa Nacional, donde se destacaron Arturo Patiño, Alejandro Wills y Gregorio Silva, entre otros ( Marulanda Morales, 1990: 623).
Alberto Urdaneta colaboró intensamente con Mundo al Día y se interesó firmemente por crear una tradición nacional, opuesta a los divertimentos provenientes del exterior (Cortés Polanía, 2004, pág. 93). Víctor Rosales, en su artículo titulado La música en Colombia y sus cultivadores reconoce mérito a ambos como importantes compositores de valses, marchas, guabinas, canciones, pasos, etc. (Bermúdez Cujar, 2001: 116 – 117).
Rafael Vélez hizo parte del conjunto musical del Café América, que tocó varias de las partituras musicales publicadas en la colección (Cortés Polanía, 2004: 102). De Juan Salas y Fortunato Beleño se conoce su procedencia (Santa Marta y Magangue, respectivamente) y se presume su relación con la música costeña y la tradición de bandas que allí se conocía (Cortés Polanía, 2004:105). Carlos Escamilla (apodado El Ciego) disfrutó de algún reconocimiento como compositor de aires colombianos, aunque no contaba con grandes conocimientos musicales ni formación de ningún tipo (Bermúdez Cujar, 2001: 105). Alejandro Wills, ya mencionado, formó un afamado dueto junto con Alberto Escobar, dedicado a la interpretación de diversas piezas de compositores colombianos ( Marulanda Morales, 1990: 530).
Lucho Bermúdez goza de algún reconocimiento incluso entre las generaciones más jóvenes, pues se le considera como un referente indiscutible de la música tropical y bailable en nuestro país. Sus composiciones auguraron un cambio en la cultura nacional: los aires costeños salían de su región para contagiar a todo el país con su frescura y rítmica pegajosa (Marulanda Morales, 1990:424). Francisco Cristancho se destacó como violinista en el Conservatorio Nacional y participó en conjuntos musicales que se dedicaban a amenizar reuniones y convites (Cortés Polanía, 2004:101).
Muchos de los músicos que compusieron piezas en honor a las reinas y al carnaval no conocieron fama en su momento ni legaron su nombre a la posteridad. El periódico creía sinceramente en la necesidad de abrirles espacio a todos los artistas colombianos, pues la producción musical no debía considerarse privilegio de unos pocos. Fue así que muchos de los compositores no resultan ser sino aficionados, de los que sería casi imposible hallar alguna información: H. L de Uribe, Alberto Collins, Gustavo Acosta, Benjamín Romero, Humberto Gómez, Milciades Tapias y Marcel DaCapo (seudónimo) (Cortés Polanía, 2004, págs. 110 – 111).
La creación del CD
El grupo estudiantil Contestarte, apoyado por la Dirección de Bienestar de la Facultad de Ciencias Humanas y la Facultad de Artes, de la Universidad Nacional de Colombia, se propuso rescatar algunas de las canciones que se compusieron en honor del carnaval y las reinas, y por tal motivo se planteó la creación de un CD que contiene diez de las composiciones halladas junto a dos composiciones originales, propuestas para el Carnaval Universitario del año 2010. También se realizó el 21 de septiembre, en la Capilla de la Universidad un concierto en el que se presentó en vivo esta música.
El proceso que precedió la grabación de las canciones estuvo compuesto por tres fases. En primer lugar, se procedió a seleccionar y analizar las canciones y todos sus elementos. Algunas de las piezas merecieron particular atención a los arreglistas e intérpretes. Carnavalesco, compuesta por Emiliano González en 1930 pareció interesante debido a su estructura atípica y las innovaciones que presenta. El Himno del Carnaval llamó la atención dado que su música fue compuesta por la Señorita H.L Uribe, en una época en la que la mujer no tenía una especial participación. En cuanto a la existencia de ritmos musicales foráneos ( fox-trot, la milonga, tango-danza, el rag – time, el two – step, etc.) al lado de aires típicos colombianos, la entendieron como una situación completamente natural, teniendo en cuenta la época y la gran popularidad con la que debían contar las nuevas músicas.
Los músicos coincidieron en que las partituras denotan poca elaboración de las melodías, las cuales parecen responder a encargos apresurados que debían ser publicados en el periódico sin mayor dilación. Los nombres de los compositores les resultaron en su mayoría desconocidos, cosa comprensible cuando se sabe que la mayoría de ellos no eran músicos de carrera ni profesión, sino simples aficionados con algún interés en el arte.
La segunda fase del proceso correspondió a la realización de los arreglos pertinentes a las composiciones seleccionadas y su adaptación a otros formatos, puesto que todas las canciones se encontraban compuestas para piano. Las obras Ofrenda Real y el Himno del Carnaval mantuvieron su estructura musical, para ser interpretadas tal cual como fueron publicadas en el periódico Mundo al día. En cambio, las canciones Cecilia, Beatriz y Loco Carnaval fueron arregladas para ser interpretadas por el cuarteto de guitarras Síntomas. Los responsables de los arreglos de estas tres obras fueron Andrés Acosta y Hernán Lozano, ambos estudiantes de Música Instrumental de la Universidad Nacional de Colombia y miembros de dicha agrupación musical. Estos dos estudiantes manifestaron que estos eran los primeros arreglos de música colombiana que lograban tocar, es decir, que no se quedaban en la partitura sin ser escuchados por un público, lo cual constituyó para ellos una gran ganancia. Los arreglos de las obras Carnavalesco y Olga I fueron realizados por Yimy Robles también estudiante de Música Instrumental de la Universidad Nacional de Colombia y ganador en una ocasión del “Concurso de composición Contestarte” (2009) con la obra Tan, Ticutam. El arreglo de la obra Inspiración fue realizado por Gabriela Aedo, quien afirmó que éste era el primer arreglo realizado en su vida (Contestarte espera que sea el primero de muchos). Y, finalmente, el arreglo de las obras Inesita y María Teresa fue realizado por el maestro William Henao, egresado de música de la Universidad Pedagógica Nacional.
En esta etapa también se realizó la composición de las obras Pasillo Fiestero y Otro, dedicadas al Carnaval 2010. Nuevamente el nombre del estudiante Yimy Robles aparece en la escena con la composición de estas dos obras en un tiempo récord. Yimy es y será un gran compositor y arreglista, puesto que es evidente su compromiso con la música y con este proyecto de recuperación de la historia musical de Colombia.
Finalmente, se programaron los ensayos para el montaje de las obras. Los participantes de esta grabación fueron cuatro grupos musicales y un solista de guitarra. La agrupación conformada por Edna Carolina Arenas (soprano) y José David Acosta -en el concierto en vivo, cantó Lidia Consuelo López, estudiante de la maestría en Musicoterapia, Universidad Nacional de Colombia, y mejor Solista y Gran Premio “Mono Núñez” Vocal (2006)- interpretó las canciones compuestas para piano y voz. Cesar Suárez Díaz, estudiante de Música Instrumental y solista de guitarra interpretó la obra Carnavalesco. El dueto Cuerda y madera, conformado por Melissa Artunduaga Portilla (Oboe) y Gabriela Aedo Holguín (Guitarra) interpretó Olga I y la composición original Otro. El cuarteto de guitarras Síntomas, conformado por Hernán Lozano Jaramillo, Diego Polo Camacho, Andrés Acosta Cabrera y Luis Enrique Lanza Botia interpretó las obras Cecilia, Beatriz y Loco Carnaval. El Único trío, de gran reconocimiento a nivel nacional, conformado por docentes y egresados de la Universidad Pedagógica y Distrital: Laura Bohórquez Mendoza (Bandola), William Henao (Guitarra), Oscar Santafé (Tiple)-El maestro es reconocido en la actualidad como uno de los mejores tiplistas de Colombia, ganador de la distinción a mejor tiple en el “Mono Nuñez”, el festival más importante de música andina colombiana- interpretó las obras Inesita, María Teresa y Pasillo Fiestero.
La interpretación de estas obras la podrán disfrutar todos aquellos que tengan acceso al CD que acompaña a esta publicación y que orgullosamente presentamos a ustedes.
Referencias
Bermúdez Cujar, E. (2001). Musicología en Colombia : una introducción. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Cortés Polanía, J. (2004). La música nacional y popular colombiana en “La colección Mundo al día”: (1924-1938). Bogotá: Univ. Nacional de Colombia [u.a.].
Duque, E. A. (s.d.). La música en Colombia en los siglos XIX y XX. Bogotá: Texto Mecanografiado.
González Pérez, M. (2005). Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá (1º ed.). Bogotá D.C.: Intercultura.
Marulanda Morales, O. (1990). Lecturas de música colombiana: Volumen 2. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo.