Han pasado algunos años desde que conozco a Lolita. En las tardes la veo jugar con sus amiguitos de siempre, ella sonríe y su rostro de mirada inocente es como la de un ángel que sueña. Yo camino frente a ellos cuando están jugando en el potrero del vecino, que me imagino ya se cansó de sacarlos para que no dañen el pasto. Contemplo el lugar adecuado para ellos, cerrado. Pero como dijo Lolita -¿Cuál? Algunas veces sus palabras llegan a ser sabias, resulta más atractivo colgarse de la reja o tirarle piedras y basura que jugar en el espacio que no es el apropiado para niños como Lolita.
Esta escena desgraciadamente se repite en el parque todas las noches, los mocosos del pueblo, como yo los llamo de cariño, reflejan en su cara cierta decepción…También el parque es un lugar poco apropiado para ellos. Resulta escalofriante como murió la palma de cera, o como se transformó la paloma en una especie de “copetón” disfrazado y desubicado. Que diría don Luis Carlos Galán si viera su cabeza sin una placa que lo identificara y le rindiera homenaje. Tal vez pensaría que es un castigo y merecía ser decapitado.
El escenario no podría ser el mejor para Lolita y sus mocosos, un pueblo poco de humano, más de papel que de carne, el escenario no podría ser el mejor, uno de los pueblos más alcohólicos de Cundinamarca. El escenario no podría ser mejor y sus actores los más maravillosos inocentes.
Lolita
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. LO-LI-TA: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. li. ta. Era lo, sencillamente lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.
Lolita, Vladimir Nabokov